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Emilio Campmany

La coherencia del comunista

Los verdaderamente incoherentes, si es que son algo más que simples estúpidos, son los socialistas que lo auparon.

Los verdaderamente incoherentes, si es que son algo más que simples estúpidos, son los socialistas que lo auparon.
Pablo Iglesias. | EFE

De Podemos se dice que es una organización populista. También se dice que es una organización bolivariana. Es verdad, pero eso no significa que Pablo Iglesias, por ser el conducator de Podemos, sea un simple populista bolivariano. Si lo fuera, jamás habría comparado a Puigdemont con los exiliados del franquismo. A diferencia de un vulgar populista o de un descerebrado bolivariano, Iglesias suele decir más o menos lo que piensa. Y, en cualquier caso, cuando miente, no es por un simple patinazo o por no saber muy bien de lo que habla. La clave de su comparación, de su manera de ver en Puigdemont un exiliado parecido a los de la época de Franco, de su “se ha jodido (sic) la vida”, no está en quiénes fueron estos exiliados y quién es hoy el vecino de Waterloo, ni en lo que hicieron para tener que irse de España. La clave está en lo que fue el franquismo y en lo que hoy es el régimen español, que para Iglesias son básicamente lo mismo. Y, por ser lo mismo, parecidos son también los exiliados de uno y otro.

El del 78 es heredero del de Franco y, en consecuencia, no es una genuina democracia. Para empezar, es una monarquía, incompatible con la clase de democracia en la que él está pensando. Y, en segundo lugar, no ha conectado con la Segunda República, que debería haber sido la fuente y el origen de toda legitimidad política tras la muerte de Franco. Naturalmente, la Segunda República que añora Iglesias no es la del 14 de abril ni, mucho menos, la del bienio negro. Ni siquiera echa de menos la Segunda República del Frente Popular y de la revolución desencadenada por Largo Caballero, aunque los aceptaría como regímenes interinos. La república que Iglesias quiere para todos nosotros es la estalinizada de la guerra. Frente a ella, este régimen del 78, que a la mayoría nos parece, con todos sus defectos, uno de libertad, democracia e igualdad, a Iglesias se le figura un franquismo disfrazado donde en definitiva mandan los de siempre. Y, sobre todo, es un régimen que por su propia naturaleza y precisamente por ser una monarquía constitucional muy difícilmente puede degenerar en la república popular comunista que Iglesias quiere para su país.

Por eso, desde ese punto de vista, la comparación del exilio de Puigdemont con el de los republicanos españoles durante la época de Franco es perfectamente pertinente. Iglesias no niega que Puigdemont quisiera destruir esta España y que su fracaso es lo que le ha obligado a huir al extranjero. Lo que dice es que este régimen merece ser destruido tanto como lo mereció el de Franco. Y todo aquel que se ve obligado a exiliarse por intentar esa demolición y no lograrla comparte con quienes tuvieron que irse de España por oponerse al franquismo el mismo tipo de heroísmo. No hay por tanto en Iglesias incoherencia alguna. Lo que es increíble es que semejante comunista, enemigo de la libertad y de la democracia, con vocación de dinamitero de nuestro régimen de libertades sea vicepresidente del Gobierno. Los verdaderamente incoherentes, si es que son algo más que simples estúpidos, son los socialistas que lo auparon.

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