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Emilio Campmany

La televisión es la clave

Mientras la derecha no esté dispuesta a combatir a la izquierda con las mismas armas, esto es, con la televisión, la batalla estará siempre perdida.

Mientras la derecha no esté dispuesta a combatir a la izquierda con las mismas armas, esto es, con la televisión, la batalla estará siempre perdida.
La Sexta

En El vicio del poder, una sesgada biografía del vicepresidente Dick Cheney, el narrador cuenta cómo la derecha se dotó de una televisión afín, la Fox News, en su asalto al poder. La película lo expone como una artera operación dirigida a cambiar la mentalidad de los norteamericanos. La Fox puede no ser un ejemplo de ecuanimidad y objetividad, pero no es eso lo que critica el film. Lo que denuncia Adam McKay es que la derecha aspire a arrebatarle a la izquierda el derecho a manipular desde la televisión.

En España, donde la libertad informativa a través de la televisión está muy lejos de ser la que disfrutan en Estados Unidos, la derecha no sólo ha dejado a la izquierda el control absoluto. Muchos de los medios radiofónicos o de papel supuestamente de derechas colaboran en la difusión del programa de la izquierda presentándolo como los principios que rigen o han de regir la sociedad. Cualquiera que los combata, da igual que sea Vox, el PP o Ciudadanos, es de extrema derecha. La Foto de Colón, considerada como un lastre para la derecha porque en ella aparece retratada como una amenaza para la democracia, ha sido difundida como tal amenaza por todos los medios. Olvidan que esa foto no era la prueba de una alianza para destruir la democracia sino la constitución de un frente común ante un Pedro Sánchez que acababa de aceptar la presencia de un mediador en su negociación con los separatistas catalanes. Esto sí es una amenaza para la democracia. Pero a quienes la tele tacha de peligrosos son a quienes se oponen a tal humillación.

En todo esto, la clave es la televisión. No deja de ser sorprendente que la cadena que más colabora en la propagación de las ideas de la izquierda como fundamento de la democracia pertenezca al grupo que edita La Razón. Pero es casi lo de menos, porque en esa labor de zapa con la que se impone pura ideología disfrazada de mejora de la democracia colaboran todas, las privadas y las públicas, las controle quien las controle.

El batacazo que se dio el PP en las elecciones del 28 de abril estuvo causado precisamente por su docilidad ante los postulados de la izquierda. Y la reacción que los medios exigen a Casado, con las televisiones a la cabeza, es volver a inclinarse ante la ideología izquierdista.

Sería maravilloso que tuviéramos unos medios de comunicación independientes que huyeran de toda manipulación. Pero no es así. La izquierda miente, manipula, esconde verdades incómodas, agranda las que le conviene y lo presenta todo burdamente revestido de objetividad aparente. ¿Por qué no puede hacer lo mismo la derecha? La respuesta siempre es igual. Porque la izquierda persigue el bien y eso justifica manipular y mentir para alcanzarlo. En cambio, la derecha persigue el mal y por lo tanto no tiene derecho a nada. Mientras ésta en España no esté dispuesta a combatir a la izquierda con las mismas armas, esto es, con la televisión, la batalla estará a la larga siempre perdida.

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