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Emilio Campmany

La unión populista

Con doscientos diputados populistas, ya estaríamos perdidos. Con trescientos cincuenta, vamos derechos al descalabro.

Con doscientos diputados populistas, ya estaríamos perdidos. Con trescientos cincuenta, vamos derechos al descalabro.
Pablo Iglesias tras defender el Ingreso Mínimo Vital en el Congreso de los Diputados. | EFE

El Gobierno se queja de la crispación del PP. La prensa destaca el ambiente bronco que se respira en la vida política. La oposición denuncia las inclinaciones autoritarias del Gobierno. Sánchez pide a la oposición unidad y Casado le acusa de no querer negociar nada con él. Se mientan al padre, a la madre y a los abuelos. Se tachan de mentirosos los unos a los otros. Pero cuando llega el momento de decidir sobre la medida más populista que tomarse pueda, votan como procuradores. Ni un ‘no’ en el hemiciclo. Ni siquiera Vox se ha atrevido a soportar la acusación de querer dejar atrás a los que la pandemia ha golpeado. Entre otras cosas porque la apoyó en un principio, y si ahora se abstiene es sólo por distanciarse un poco del PP. Éste, por su parte, reclama la paternidad del populista invento y exige ser reconocido como más populista que los populistas mismos. Nadie se ha atrevido a acusar al parto de lo que en realidad es, un medio para generar un grupo de electores que unir a los que ya dependen de los subsidios del Estado y a los que poder manipular bajo la amenaza de perder su medio de subsistencia si votan a tal o cual partido. Nadie quiere ser ese partido susceptible de ser acusado de eliminar la congrua y perder así los votos de quienes pudieran estarse beneficiando de ella. Y todo, por supuesto, con nuestro dinero.

En principio es irreprochable hacer cuanto sea necesario para que quienes se queden sin ingresos a consecuencia de la crisis económica dispongan de unos mínimos con los que hacer frente a sus necesidades. Y estaría muy bien si no fuera porque ya hay medios con los que cumplir ese objetivo, o si al menos se añadieran medidas eficaces para estimular la creación de empleo y que los electores más desfavorecidos no tuvieran que depender de éste ni de otros subsidios. Nada de eso se ha hecho ni se va a hacer. Al contrario, lo que hay es el propósito de desincentivar la creación de puestos de trabajo por medio de la derogación de la reforma laboral y mediante subidas de impuestos. Unas subidas que encima se presentarán como necesarias para poder pagar el Ingreso Mínimo Vital. Y eso en un país en el que, a pesar de que el paro es el más alto de Europa, tienen que venir cientos de miles de inmigrantes para que realicen los trabajos que los españoles desdeñan.

Para convencerse de la verdadera naturaleza de la medida, baste recordar que es igual a la adoptada por Trump y por el Partido Comunista Chino en Hong Kong, donde Pekín pretende comprar con moneda contante la libertad de los hongkoneses. O sea, nuestros políticos sólo se ponen de acuerdo para imitar a Trump y al Partido Comunista Chino. Con doscientos diputados populistas, ya estaríamos perdidos. Con trescientos cincuenta, vamos derechos al descalabro.

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