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Emilio Campmany

Las elecciones en Cataluña

Votar al PSC es votar la independencia.

Votar al PSC es votar la independencia.
EFE

Las elecciones del 10 de noviembre se celebrarán obviamente también en Cataluña. Si el clima de violencia persiste, no serán unas elecciones libres y, en consecuencia, sus resultados, que se auguran buenos para el PSOE y la Esquerra, serán ilegítimos. Esta es la más inmediata, pero no es la única cuestión que plantean las urnas en esa comunidad autónoma.

Cuando el PSOE forzó la convocatoria de nuevas elecciones, esperaba poder vender a todos los españoles, de Cataluña y del resto, una posición centrada, posibilista, ecuánime y realista que, defendiendo la unidad de España, estuviera abierta al diálogo con los independentistas con el fin de resolver el supuesto conflicto. La extrema violencia con la que, en contra del criterio de la Esquerra, se está empleando el independentismo más impaciente está haciendo evidente el derrotismo que hay en la actitud del PSOE.

Porque los socialistas, que en esto siguen a Iceta, no tienen respecto al catalanismo una posición intermedia, tan sólo una de rendición. Su intención es acabar reconociendo el derecho a decidir aceptando que España no es una nación, sino varias, y que en ella no hay un pueblo, sino muchos, y uno de ellos es el catalán. Lo que pasa es que necesitan tiempo para que su electorado apure esa cicuta y vencer la resistencia a las reformas legislativas que serán necesarias. A corto plazo, lo que quieren Iceta y todo el PSOE es gobernar la comunidad con la Esquerra. A cambio, ofrecen a largo plazo dar cauce legal a una posible separación de la región. Junqueras acepta esta estrategia porque sabe que no puede alcanzar la independencia mediante una acción unilateral y cree que, para alcanzar sus fines, necesita a la izquierda española. Lo inaudito es que pueda contar con ella. El PSOE, o al menos este PSOE, y no digamos Podemos están dispuestos a colaborar. Llegado el momento, socialistas y comunistas se mostrarán partidarios de que Cataluña siga siendo España, pero lo harán después de haber impuesto una fórmula para que pueda dejar de serlo legalmente en un ambiente huérfano de libertad donde impunemente se inocula el odio a España.

Como puede fácilmente verse, esta vía de en medio que Iceta impone y el PSOE asume no se diferencia de la de los independentistas en nada más que en los plazos y la necesidad de encontrar cauces legales que las Cortes puedan aprobar. La Esquerra ya está convencida de la conveniencia de esperar. Y Sánchez hará lo que diga Iceta.

Los votantes socialistas de Cataluña pueden legítimamente sentirse muy diferentes a los del resto de España, pero deberían saber que votar al PSC es votar la independencia a largo plazo. Y deberían preguntarse todos ellos si de verdad quieren esa Cataluña que les están preparando los Iceta, Batet, Maragall, Collboni, Bonet y demás. Porque en ella los González y los Sánchez, a los que tanto votan cuando hay elecciones generales, serán catalanes de segunda. Podrían asimismo plantearse si no sería mejor dar su voto a alguien que les garantice que conservarán el honor, quizá hoy algo gravoso, de ser españoles de primera.

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