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Emilio Campmany

¿Magnanimidad? Libertad

Lo que necesita Cataluña no es magnanimidad sino libertad.

Lo que necesita Cataluña no es magnanimidad sino libertad.
Pedro Sánchez e Iván Redondo. | EFE

Iván Redondo lleva tiempo sin terminar de encontrar la palabra adecuada para que su jefe explique los indultos. Empezó con revancha y venganza como algo a evitar. Pero la propuesta descarriló después de que le recordaran a Sánchez que cumplir las sentencias no es cosa ni de venganza ni de revancha sino de justicia. Luego, el todopoderoso secretario le susurró concordia. También esta propuesta petardeó cuando los independentistas le dijeron que no querían concordar nada que no fuera la manera en que alcanzarán la independencia. Ahora el gurú de repoblada cabeza ha recurrido a Churchill y le ha soplado magnanimidad. No está mal. Pero hay que recordar la cita entera: "En la guerra, resolución; en la derrota, desafío; en la victoria, magnanimidad; y en la paz, buena voluntad". De modo que la magnanimidad hay que reservarla para el momento de la victoria. Momento que no ha llegado. El constitucionalismo que representa Sánchez, aunque no está derrotado, está muy lejos de haber vencido en Cataluña. De modo que, si la referencia ha de ser Churchill, la palabra que debería recomendar Redondo es resolución.

El problema es que Sánchez no hace nada con resolución. Salvo quizá meterse con Isabel Díaz Ayuso. Pero incluso entonces se arruga cuando la presidenta de Madrid se levanta y le contesta con el coraje que al de la Moncloa le falta. En consecuencia, se impone buscar referencias en otro estadista, a ser posible de similar envergadura a la de Churchill. El nombre salta a nuestro encuentro como un conejo en el camino: Rufián. Dice el Adenauer catalán que no cree en la voluntad de Sánchez, sino en su "necesidad". Ésa es la palabra, querido Iván. La necesidad que tiene Sánchez de conceder los indultos para poder seguir siendo jefe de Gobierno en esta maltratada España donde los presidentes perdonan a quienes la quieren destruir para que puedan seguir intentándolo.

Es verdad que las encuestas en Cataluña proclaman la existencia de muchos partidarios de los indultos. Pero, para que esos datos fueran fiables, haría falta que Cataluña, sus medios de comunicación, la educación y su sociedad toda no estuviera controlada por el independentismo, que condena al ostracismo y a la marginación social a quien no piensa como ellos. A ver quién es el guapo que, preguntado allí por un encuestador que conoce tu teléfono y que quizá se dirija a ti en catalán, contesta lo que de verdad piensa si cree que el independentismo está malbaratando la riqueza de Cataluña y amenazando con enfrentar a unos catalanes con otros. Lo que necesita Cataluña no es magnanimidad sino libertad. Si hubiera allí libre información, libertad de expresión y verdadera libertad empresarial, el independentismo sería una mala gripe crónica y no el cáncer terminal que es hoy. Un cáncer, por cierto, que Sánchez pretende curar cambiándole las sábanas al enfermo y poniéndole una tele en la habitación. Magnanimidad. ¡Será necio!

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