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Emilio Campmany

No es Putin, es Rusia

La conducta de Putin es coherente con lo que los rusos han hecho desde los tiempos de Pedro el Grande.

La conducta de Putin es coherente con lo que los rusos han hecho desde los tiempos de Pedro el Grande.
Una patrulla de cazas sobrevuela la Plaza Roja de Moscú. | Cordon Press

Desde que Rusia invadió Ucrania, se perciben notables esfuerzos en la sociedad occidental por evitar que los desastres de la guerra siembren entre nosotros un sentimiento de rusofobia. El argumento es que el único responsable de lo que está pasando es Vladímir Putin. Se da por hecho que la dictadura impide al resto controlar los instintos criminales del dictador. Y, sin embargo, la conducta de Putin es coherente con lo que los rusos han hecho desde los tiempos de Pedro el Grande.

La hoy citadísima frase de Putin en la que considera que el derrumbe de la Unión Soviética fue el mayor desastre geopolítico del siglo XX es una valoración que muchos rusos comparten. Para entender bien la queja, hay que darse cuenta de que no se refieren a la caída del comunismo sino a que Rusia dejara de ser una gran potencia. Y eso es precisamente lo que trata de recuperar Putin para su país, el estatuto de gran potencia. No tiene nada de particular porque, desde finales del siglo XVII, siempre lo fue. Y de una manera diferente a las demás. España, Francia, Alemania y Gran Bretaña sabían que podían dejar de serlo, y en su momento se conformaron. Pero Rusia cree que no puede ser vencida de una forma definitiva gracias a la invulnerabilidad estratégica que le da su enorme extensión. Puede perder grandes guerras, como la de Crimea o la de 1914, pero siempre resurge.

Cuando perdió la Guerra Fría, Rusia se vio tan humillada e irrelevante como no lo había sido nunca, y es fácil comprender que sus gobernantes, manteniendo intacto su arsenal nuclear, no se conformen con un papel secundario y quieran uno principal. Ni siquiera les basta ser el tercero en discordia en la rivalidad que enfrenta a Estados Unidos con China. Ellos son Rusia y ninguna decisión importante debería poder tomarse sin tenerles en cuenta. Así piensa Putin y así piensan muchos rusos. Eso no quiere decir que haya que dejarles hacer. Significa tan sólo que costará trabajo convencerles de que se conformen con menos. Y que no bastará con que caiga Putin.

Es cierto que hay muchos rusos a los que les gustaría que su país fuera una democracia con instituciones similares a las que disfrutamos en Occidente. Puede que llegue a serlo. Pero, hoy por hoy, la invasión de Ucrania, con ser un acto irracional por falta de adecuación de los medios a los objetivos, es coherente con las aspiraciones rusas, de las que Putin no pasa de ser un intérprete. Es oportuno recordar lo que escribió Zbigniew Brzezinski a finales del siglo pasado, hace 25 años, una vez disuelta la Unión Soviética pero antes de que Putin llegara al poder:

Ucrania (…) es un pivote geopolítico porque su propia existencia como país independiente ayuda a transformar a Rusia. Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio euroasiático. Una Rusia sin Ucrania podría competir por un estatus imperial, pero se convertiría en un Estado imperial predominantemente asiático (…). Sin embargo, si Moscú vuelve a hacerse con el control de Ucrania (…) Rusia volverá a contar automáticamente con los suficientes recursos como para convertirse en un poderoso Estado imperial, por encima de Europa y Asia. La pérdida de independencia de Ucrania tendría consecuencias inmediatas para Europa Central, al transformar a Polonia en el pivote geopolítico de la frontera oriental de una Europa unida.

No es Putin, es Rusia.

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