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Emilio Campmany

Casado colaboracionista

No puede Casado de ninguna manera mostrarse dispuesto a colaborar con nada que un Gobierno trufado de comunistas quiera hacer con la Monarquía.

No puede Casado de ninguna manera mostrarse dispuesto a colaborar con nada que un Gobierno trufado de comunistas quiera hacer con la Monarquía.
Pablo Casado en su balance del año | EFE

Pablo Casado está dispuesto a respaldar la Ley de la Corona que el PSOE quiere elaborar siempre que se cumplan algunas condiciones. Una de ellas es que no haya que reformar la Constitución. La otra es que la nueva norma refuerce el papel de la Monarquía. Dice el dirigente popular además que tal ley sólo es posible si la redactan PP y PSOE juntos, dando por hecho que su partido es indispensable para una reforma de tal calado. El planteamiento es suicida. Cualquier cosa que haya en la cabeza hueca de Sánchez conllevará una modificación implícita de la Constitución. Naturalmente luego, como en tantas otras ocasiones, vendrá el Tribunal Constitucional a decir que la nueva ley es perfectamente constitucional en la medida en que adapta la institución a los nuevos tiempos. Por supuesto, lo que Sánchez se propone no es reforzar la Monarquía sino debilitarla para dar satisfacción al republicanismo de sus socios de Gobierno y de parte de sus bases y electorado. Y desde luego no cree que tenga nada que negociar con el PP, aunque no le haga ascos a que Casado vote la ley si le apetece.

La cúpula del PP sabe perfectamente todo esto. Entonces, ¿por qué se presta a bailar este rigodón con semejante partenaire? Dada la ingenuidad de los actuales dirigentes de Génova, no es difícil dar con la respuesta. Quieren mantener la ficción de que España sigue disfrutando de un régimen parlamentario de bipartidismo imperfecto donde unas veces le toca a uno, Sánchez, y otras le toca a otro, Casado. Les interesa mantener esta ficción como supuesta garantía de que dentro de un lustro y pico les tocará a ellos gobernar después de Sánchez, como les tocó a Aznar y a Rajoy después de González y Zapatero.

No se dan cuenta de que, desde 1982, los esfuerzos del PSOE se dirigen a acumular tanto poder como sea posible. Primero, González quiso que su PSOE fuera una especie de PRI mejicano que ganara todas las elecciones en una democracia tan sólo aparente. La corrupción acabó con el proyecto. Luego, Zapatero intentó absorber a toda la extrema izquierda y establecer una alianza estratégica con los separatistas para que el PP no volviera a ganar. La crisis frustró el plan. Y ahora Sánchez intentará lo mismo, pero con la extrema izquierda en el Gobierno y no sólo entre sus votantes. Si Aznar y Rajoy pudieron ganar unas elecciones no fue porque el PSOE amablemente se aviniera a que hubiera alternancia, sino a causa del mal gobierno de los socialistas. En cualquier caso, aspiraran a lo que aspiraran González y Zapatero, es evidente que este Sánchez quiere radicalizar el régimen para que los comunistas le dejen gobernarlo. Y en ese camino estorban la familia, la educación y en general la libertad. Y también naturalmente la Monarquía, especialmente la de Felipe VI, capaz de un discurso como el del 3 de octubre. No puede Casado de ninguna manera mostrarse dispuesto a colaborar con nada que un Gobierno trufado de comunistas quiera hacer con la Monarquía. Su inclinación a hacerlo supone un engaño para sus electores, ya que es una manera de ocultarles lo que realmente se propone este Gobierno, que no es otra cosa que cercenar, si no acabar, con nuestras libertades. Y en ese camino la Monarquía de Felipe VI es un importante obstáculo que eliminar.

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