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Emilio Campmany

Casado, príncipe de los mediocres

Para este viaje de ida y vuelta al marianismo hubiera bastado Soraya Sáenz de Santamaría, que, siendo tan rajoyista como Casado, es más brillante que él.

Para este viaje de ida y vuelta al marianismo hubiera bastado Soraya Sáenz de Santamaría, que, siendo tan rajoyista como Casado, es más brillante que él.
Pablo Casado, García Egea y Montesinos en una imagen de archivo | EFE

Se enumeran muchas razones para explicar la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo. Iba por su cuenta, los barones lo han exigido, era necesario para dar el giro a la moderación que las circunstancias exigen, se opondría al pacto para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Todo eso será verdad, pero, por encima de todas ellas, hay una razón mucho más determinante. Casado ha destituido a Cayetana Álvarez de Toledo por ser brillante. Que haya sido Feijóo, el que lloró no poder aspirar a presidir su partido por los muertos que guarda en el armario, o Teodoro García Egea, verde de envidia, los que presionaron a Casado para que la destituyera o que haya sido decisión del propio Casado, del que bien se sabe cómo acabó la carrera, es lo de menos. Todos son un saco de grisura. No es nada malo. Somos muchos los que lo somos porque la gente brillante no abunda. Y no pasa nada por que el presidente del PP también lo sea, si supiera rodearse de talento. Pero para este viaje de ida y vuelta al marianismo hubiera bastado Soraya Sáenz de Santamaría, que, siendo tan rajoyista como Casado, al menos sí es bastante más brillante que él.

Las personas ascendidas en la misma jugada corroboran este triunfo de la vulgaridad. De Cuca Gamarra alaban su perfil de moderación y capacidad de gestión, esas virtudes tan marianistas. Podrían incluso haber dicho, para tranquilizar a los más recelosos, que en realidad es una socialista que, a diferencia de los que militan en el PSOE, sabe gestionar. Porque, como en la época de Rajoy, da la impresión de que ser de derechas es en el PP un estigma intolerable que inhabilita fulminantemente para ostentar cualquier cargo. De Ana Pastor ya sabemos que todos sus méritos son ser amiga personal de Rajoy y haber colocado nepotismo mediante a Fernando Simón al frente de Emergencias Sanitarias.

Sin embargo, mi sospecha acerca de la existencia de una conjura de mediocres podría quedar desacreditada al encontrarse entre los ascendidos José Luis Martínez Almeida, que, como Cayetana, es un tipo de brillantez contrastada. Es cierto, pero hay que tener en cuenta que al alcalde de Madrid, a pesar de tener una personalidad sobresaliente, lo que le hace alejarse del perfil de quienes triunfan en el marianismo, le adorna una virtud muy apreciada en este PP y en el de Rajoy, la de tener por norma incumplir sus promesas electorales, que es lo que ha hecho de modo flagrante con Madrid Central. Es un mérito que compensa por ahora el estar tan alejado de la mediocridad que gobierna Génova. No obstante, deberá llevarse cuidado y, si quiere seguir ascendiendo, tendrá que ocultar celosamente sus cualidades y evitar a toda costa batallar ideológicamente con socialistas y comunistas, no vaya a ser que ni siquiera la bondad de incumplir los compromisos con el electorado le baste para librarse de la próxima carnicería de inteligencia que emprenda esa medianía que es Casado.

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