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Emilio Campmany

Pelea de madrileños

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se mentarán a las respectivas familias, pero a la hora de la verdad siempre estarán de acuerdo en lo sustancial: jorobarnos.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se mentarán a las respectivas familias, pero a la hora de la verdad siempre estarán de acuerdo en lo sustancial:  jorobarnos.
EFE

Dicen las crónicas que PSOE y Podemos andan a la gresca y que es muy natural que así sea una vez que, cerrada la negociación de los Presupuestos, se aproxima su aprobación. Es lógico que Podemos quiera demostrar a su potencial electorado que en materia de preocupación social no le gana nadie, y lo es igualmente que el PSOE quiera preservar su imagen de partido socialdemócrata serio negándose a ejecutar los despropósitos populistas de un “partido salido del 15-M”.

Esto es lo que dicen las crónicas, pero no es toda la verdad. El “partido salido del 15-M” no existe. Podemos es más bien el partido salido del 17-O de 1917. Y, como buen partido comunista, todo lo que propone está encaminado a empobrecer España. Sólo un país en la miseria puede, nublada la razón por el hambre, arrojarse en brazos del comunismo. No se trata de disputar al PSOE la agenda social. Algo hay de eso, pero lo esencial es generar paro y penuria so pretexto de proteger a los trabajadores. Tampoco el PSOE es el partido socialdemócrata europeo y serio que se resiste a adoptar medidas populistas. Su estrategia no tiene nada de seria ni de europea y es muy parecida a la de Podemos, aunque no idéntica. Su objetivo no es tanto generar pobreza como clientela que, con razón o sin ella, crea que su bienestar depende de que el PSOE siga gobernando. Da igual que se trate de parados, que es lo mismo que persigue Podemos, que empleados públicos interinos contratados a dedo bajo la supervisión de los sindicatos, que trabajadores de empresas semipúblicas controladas por el PSOE, que asalariados dependientes de asociaciones, fundaciones y organizaciones subvencionadas y gente así. Si estos y sus familias llegan a sumar lo suficiente, podrían ser decisivos en unas futuras elecciones.

De modo que el PSOE no puede consentir que Podemos le levante la clientela prometiendo más que los socialistas ni Podemos puede tolerar que el PSOE convierta al electorado podemita en clientes de los socialistas. Así que cada cual lucha por ganarse las mentes y los corazones de sus potenciales electores, que lo serán más por necesidad percibida que por convicción ideológica. Naturalmente, la sangre no llegará al río sino cuando uno de los dos partidos entienda que le conviene que haya elecciones. Y hoy por hoy a ninguno le interesa que las haya. La bronca merece lo que pensó Pascual Duarte cuando, venido a Madrid del campo, vio a su amigo Estévez cruzar una sarta de insultos con un parroquiano que había mirado a su mujer con algún descaro. “Se mentaron a las madres, se llamaron a grito pelado chulos y cornudos, se ofrecieron comerse las asaduras, pero lo que es más curioso, ni se tocaron un pelo de la ropa. (…) Cuando se aburrieron de decirse inconveniencias se marcharon cada uno por donde había venido y allí no pasó nada. ¡Así da gusto! Si los hombres del campo tuviéramos las tragaderas de los de las poblaciones, los presidios estarían deshabitados como islas”.

Pues eso. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias son más madrileños que Estévez y discutirán hasta la saciedad y se mentarán a las respectivas familias, pero a la hora de la verdad siempre estarán de acuerdo en lo sustancial, que es en jorobarnos, aunque Pascual Duarte recurriría a otro verbo más expresivo.

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