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Emilio Campmany

Propaganda, interés nacional y ridículo

Que al menos no nos haga pasar la vergüenza ajena de poner en boca de los mandatarios extranjeros las lisonjas que le gustaría oír pero no le han dicho.

Que al menos no nos haga pasar la vergüenza ajena de poner en boca de los mandatarios extranjeros las lisonjas que le gustaría oír pero no le han dicho.
Scholz y Sánchez en Moncloa | EFE

Pedro Sánchez aprendió de Iván Redondo que en la política española todo es propaganda. Por eso ha presentado la visita de Olaf Scholz como la de un correligionario socialdemócrata dispuesto a dar la vuelta a las políticas de austeridad impuestas por Angela Merkel a los países del sur de Europa. Sin embargo, el canciller alemán ha rechazado comprometerse. En los medios españoles, el debate se ha centrado en discutir acerca de si entre Scholz y Sánchez hay efectivamente la suficiente comunión ideológica como para que Alemania y España puedan tener una política común en Bruselas. Una política que naturalmente Sánchez espera que sea favorable al gasto. La prensa amiga opina que hay puntos de encuentro. Y la crítica considera que no puede haberlos porque Sánchez, a diferencia de Scholz, no es un genuino socialdemócrata, pues gobierna coaligado con los comunistas y hace concesiones a los separatistas.

Sin embargo, la clave de la relación entre Scholz y Sánchez no es que ambos sean socialistas, sino que el primero es alemán y el segundo, español. Que a Sánchez no le preocupe el interés nacional de su patria no significa que a Scholz le pase lo mismo. Al contrario, éste defenderá los intereses de Alemania por encima de cualquier proximidad ideológica con Sánchez o con quien sea. Es verdad que Berlín ha comprendido que algo de razón tenía Keynes y que quizá a veces conviene gastar más de lo que se ingresa. Pero si Scholz hace que Alemania defienda en la Unión Europea una política más dúctil con la deuda y el déficit no será por ser socialdemócrata, sino por haberse convencido de que es lo que conviene a su país. Por otra parte, una cosa es ser menos exigente con la disciplina financiera y otra muy diferente permitir que España siga el ejemplo de Argentina, que es lo que le gustaría que le dejaran hacer a Sánchez.

Es discutible, pero puede que en el interés nacional de España esté que en Europa nos permitan endeudarnos más. Si así fuera, lo que tendría que hacer Sánchez es defenderlo diplomáticamente ante Scholz como español, al margen de si el otro es o no socialista. No pasa nada si se deja traslucir que respecto a esto ambos países tienen posturas algo alejadas. Lo patético es pretender que Scholz se adhiera a una política contraria a los intereses de Alemania apelando a su calidad de socialdemócrata. Y todo para que Sánchez pueda hacer una vez más el ridículo arrogándose un supuesto liderazgo de la socialdemocracia europea tras haber condescendido a compartirlo con el recién llegado Scholz.

Pase que Sánchez no quiera basar ninguna política en la defensa del interés nacional. En España, casi ningún gobernante lo ha hecho por temor a ser tachado de fascista. Pero cuando defienda una por razones ideológicas, que al menos no nos haga pasar la vergüenza ajena de poner en boca de los mandatarios extranjeros las lisonjas que a él le gustaría oír y que desde luego no le han dicho. Si no quiere defender a la nación, que no lo haga. Pero, por favor, que deje de hacer el ridículo, que no lo paga sólo él.

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