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Emilio Campmany

Qué escándalo, el CNI espía

Lo que habría sido reprochable es que el Centro Nacional de Inteligencia no les hubiera vigilado ante una amenaza de este calibre,

Lo que habría sido reprochable es que el Centro Nacional de Inteligencia no les hubiera vigilado ante una amenaza de este calibre,
Aragonés este jueves en la entrada del Congreso de los Diputados. | EFE

Lo más gracioso de la barahúnda montada a raíz de las revelaciones de que sesenta y tantos políticos golpistas han sido espiados gracias al programa Pegasus es que no ha escandalizado a nadie, ni siquiera a los espiados. Miento. Ha incomodado a los separatistas del PNV por tener sólo a dos vascos en la lista y encima ser de Bildu. El ataque de cuernos ha sido tal que Aitor Esteban ha venido a decir que, aunque no estaba en la lista, seguro que lo espían de alguna forma. En cualquier caso, la indignación de Pere Aragonès ha sido tan minúscula que ha dicho que esto no se arregla ni con una mesa de diálogo ni con una reunión privada, dando a entender que se puede arreglar con cualquier otra cosa. Quizá esté pensando en una solución con forma de partida presupuestaria.

De toda esta información, lo único preocupante es que unos canadienses de Toronto tengan manera de saber a quién se está espiando con Pegasus, que a fin de cuentas es un programa de confianza por ser un invento israelí. Pero, lo que no puede extrañar a nadie es que se haya espiado a los políticos que quisieron dar un golpe de Estado con el objetivo de separar ilegalmente a una región de España actuando concertadamente. Mucho más cuando los partidos que probaron a hacerlo ostentan hoy el mismo poder desde el que lo intentaron. En conclusión, lo que habría sido reprochable es que el Centro Nacional de Inteligencia no les hubiera vigilado ante una amenaza de este calibre, pues si para algo está el CNI es precisamente para espiar a los enemigos exteriores e interiores de España y, entre éstos últimos, sobresalen de especial manera los espiados. Si en su momento el CESID de Emilio Alonso Manglano pudo espiar a los periodistas del muy perseguido Sindicato del crimen utilizando entre otros medios el servicio del topo Luis María Anson para proteger al malhadado Felipismo, habría sido intolerable que hoy no lo hubiera hecho su sucesor con los políticos golpistas para proteger a España.

El asunto por lo tanto carecería de recorrido y de relevancia política si no se dieran las circunstancias, por otra parte asombrosas, de que la estabilidad del Gobierno del Reino de España depende precisamente de las personas que pretendieron dar ese golpe; de que esas personas, que deberían estar es en la cárcel, están en libertad listos para volver a perpetrar lo que ya cometieron gracias a que un presidente del Gobierno, Rajoy, les devolvió a sus partidos el poder desde el que lo intentaron y otro, Pedro Sánchez, les indultó; y que uno de los partidos de coalición del Gobierno comulga con las aspiraciones de esos golpistas en la medida en que son útiles para acabar con la Monarquía y el régimen de libertades de la Constitución de 1978. Ése es el escándalo y no que el CNI espíe a unos golpistas.

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