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Emilio Campmany

¿Qué quiere Vox?

¿No será que en efecto Vox ha dejado de ser lo que se nos dijo y es en realidad otra cosa?

¿No será que en efecto Vox ha dejado de ser lo que se nos dijo y es en realidad otra cosa?
Iván Espinosa, en un acto de Vox. | EFE

Buena parte de los votantes de derechas de las comunidades de Madrid y Murcia están en un sinvivir. Naturalmente, buena parte de la responsabilidad corresponde a Ciudadanos, que quiere gobernar con los votos de Vox sin tener que estrechar la mano de nadie de ese partido.

Pero ¿y Vox? Este partido se presentó a las elecciones como una escisión del PP que quería recuperar su programa traicionado. Como Casado pretendía lo mismo, el que unos votantes se decidieran por uno o por otro dependió de la credibilidad que inspirara cada cual. Muchos de los votantes de Vox esperaban que, en la medida en que el PP necesitara sus votos, Abascal vigilaría que Casado se atuviera a su programa. Así se está haciendo en Andalucía. La victoria de la izquierda y los nacionalistas en las generales no ha permitido hacerlo con el Gobierno de la nación. Pero se esperaba que, en las comunidades autónomas donde fuera posible, el pacto a la andaluza se reprodujera de un modo u otro. Y, sin embargo, el acuerdo no llega, las posiciones se enconan, se dicen muchas sandeces y lindezas y da la impresión de que todo se va a ir al garete.

Es evidente que Vox esperaba mucho mejores resultados a raíz del éxito andaluz. Quizá su directiva haya concluido que el frenazo ha sido causado por las facilidades dadas allí. Si es así, se equivocan. Obstaculizar el desahucio del PSOE hubiera sido mucho más caro que facilitar el Gobierno del PP. Lo que ocurre es que da la impresión de que esta actitud de irreductibilidad suicida no es una táctica, sino una estrategia. Parece que Vox ya no quiere ser (o quizá nunca quiso ser, aunque lo ocultó) una especie de PP fiel a sus principios, sino que es en realidad un partido nacional-católico, del estilo del Justicia y Libertad polaco, por ponerle una etiqueta, en el que prima el dogma sobre la praxis. De ser así, el PP sería casi tan enemigo como el PSOE. Y Ciudadanos, con sus vientres de alquiler, peor que los socialistas. Esto no les convierte en extrema derecha, pero, desde luego, sí serían algo muy distinto ideológicamente de lo que es el PP.

Es perfectamente legítimo que Vox quiera ser ese partido. Pero, si es así, debería haberlo dicho antes de las elecciones para que sus potenciales votantes supieran lo que votaban. Es más, tampoco están siendo muy claros ahora, una vez pasadas. Lo inequívoco es que ha habido un cambio de voces, que es algo que en España nunca es inocente. Si ya no oímos las de Abascal y Ortega Smith y escuchamos sin cesar las de los hasta ahora silentes Monasterio y Espinosa de los Monteros, ¿no será que en efecto Vox ha dejado de ser lo que se nos dijo y es en realidad otra cosa?

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