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Emilio Campmany

Tres eran tres

¿Tan difícil es ponerse de acuerdo en una estrategia común para abatir al único Gobierno de Occidente sobre el que pesa el baldón de tener ministros comunistas?

¿Tan difícil es ponerse de acuerdo en una estrategia común para abatir al único Gobierno de Occidente sobre el que pesa el baldón de tener ministros comunistas?
Pedro Sánchez e Inés Arrimadas | Eduardo Parra (Europa Press)

Tras el pleno que prorrogó por enésima vez el estado de alarma, la mayoría de los análisis coinciden en destacar la debilidad de Sánchez, la necesidad que ha tenido de avenirse a negociar, la pérdida de poder de Iglesias, al estar obligado el presidente a cumplir sus compromisos con Ciudadanos, y finalmente se destaca el nuevo ambiente más volátil que la aprobación por poco del decreto de prórroga ha generado. También se ha hablado de la ruptura de la coalición que aupó a Sánchez a la Moncloa. Todo son, en le mejor de los casos, medias verdades. A pesar de una gestión desastrosa, el Gobierno ha conseguido apoyos más que suficientes. Una vez logrado su propósito, Sánchez no negociará nada y cumplirá lo prometido sólo en la medida en que lo considere indispensable para superar la próxima prórroga. Iglesias seguirá mandando como antes. Y, si fuera necesario, la coalición Frankenstein volverá a recomponerse, ya que lo último que haría Esquerra Republicana sería dejar caer a este Gobierno. De manera que todo sigue igual, que es tanto como decir que vamos a peor.

En cambio, no se ha destacado suficientemente el fraccionamiento de la oposición. Los tres partidos que la integran han votado cada uno de ellos una cosa distinta, agotando las opciones a elegir. Es obvio que lo que los tres pretenden por encima de todo no es tanto oponerse al Gobierno como diferenciarse de los otros dos. Vox ha visto la oportunidad de ser la voz cantante de la oposición y la ha agarrado al vuelo aprovechando que lo excepcional de la situación ha hecho que unos apoyen al Gobierno y otros no se opongan frontalmente a él. Ciudadanos quiere presentarse como el partido responsable que no dejará que, por muy criticable que sea la conducta del Gobierno, decaigan el estado de alarma y con él las medidas de distanciamiento social, que es, por ahora, la única arma que tenemos contra el virus. Y el PP, por no engancharse a la bandera de ninguno de los otros dos decidió abstenerse, intentando dar a la vez imagen de desaprobación y de responsabilidad.

En estas condiciones, afirmar que Sánchez sale debilitado de todo esto es tanto como cantarle a España el famoso corrido dedicado a Rosita Alvírez, que la noche en que la mataron estaba de suerte: de tres tiros que le dieron, nomás uno era de muerte. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo en una estrategia común para abatir a medio plazo, ya que a corto no se puede, al único Gobierno de Occidente sobre el que pesa el baldón de tener ministros comunistas? ¿Tanto trabajo cuesta darse cuenta de que lo que este Gobierno busca es aprovechar la emergencia para llevarnos a una pobreza estructural que genere una red clientelar lo suficientemente grande como para ganar unas elecciones tan otras? ¿Tan egoístas son que a los tres tan sólo les preocupa arañar votos entre los electores de los otros? Tres eran tres las hijas de Elena. Tres eran, tres, y ninguna era buena.

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