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Cristina Losada

ZP, nuestro Jimmy Jump

Si fuera coherente con las intenciones proclamadas, Zapatero iría al Bagdad de sus pecados. Pero el presidente se ha montado en la ola de cambio orientado únicamente por la lucecita roja de las cámaras.

El catalán Jimmy Jump se ha hecho conocido por colarse en los eventos internacionales y captar la atención de las cámaras durante los cinco segundos que tardan en expulsarlo. No tiene otro oficio ni otra aspiración que la de ganarse, de ese modo vergonzante, su instante de fama. En su última aparición, durante la gala de los Goya, el presentador, que era el humorista Buenafuente, pidió perdón a la audiencia, como catalán, por la irrupción de aquel "imbécil". Salvadas algunas distancias y detalles como el atuendo, la visita de Zapatero a Túnez ha sido un número similar al de ese sujeto ansioso de notoriedad. El presidente quería ser el primer mandatario occidental en aparecer subido a la ola de cambio del mundo árabe, y aun sin saber a qué orilla irá a parar. Pero, qué importa. El caso es saltar, como Jimmy, en medio del acontecimiento que encandila a las televisiones y chupar cuota de pantalla histórica.

Con la capacidad para trivializar los grandes conceptos, propia de los que se han encontrado todo hecho, Zapatero instruyó a los tunecinos acerca de la democracia en los términos que se emplean para recomendar un espectáculo, un crucero, un manjar. "No sabéis cómo se disfruta", les confesó, para definir acto seguido el mayor de los placeres: uno puede llegar a presidente, ¡como él mismo! Ya antes había dado muestras de estar impresionado –perplejo, incluso– por ese logro, pero en Túnez se le advertía un eco del "sueño americano": cualquiera puede llegar al Despacho Oval. Y es que además de darse aires kennedyanos con un canto a la extensión de la democracia, propuso un plan Marshall destinado a los países árabes, que esperará, supongo, que pague, de nuevo, Washington.

Los tunecinos bien pudieron preguntarle cómo no persuadió a Ben Alí de los deleites de la democracia en los pasillos de la Internacional Socialista. O cómo elogia la Transición por su "consenso de fondo para mirar al futuro", si está empeñado en mirar hacia la guerra civil y el franquismo. Por algo les colocó la historia de su abuelo. Allí tuvieron la delicadeza de no hurgar en el doble discurso. Desde aquí, sin embargo, es obligado interrogarse sobre el distinto rasero que trasluce su conducta. Se ignora si las revueltas árabes conducirán a la democracia, al islamismo radical o a la persistencia de cleptocracias militares. Se conoce, en cambio, que el único país árabe donde la democratización está en marcha es Irak. Si fuera coherente con las intenciones proclamadas, Zapatero iría al Bagdad de sus pecados. Pero el presidente se ha montado en la ola de cambio orientado únicamente por la lucecita roja de las cámaras.

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