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Emilio J. González

A desdecirse tocan

Si todo quedara en otra rectificación -¿cuántas van ya?-, no habría más problema. La cuestión es que todo esto de decir una cosa, provocar a los demás y luego tener que dar marcha atrás, lo único que está haciendo es perjudicar al conjunto de la economía.

Alguien debería aconsejarle a Zapatero que, antes de hablar, se detenga unos segundos a reflexionar sobre lo qué va a decir, las posibilidades reales de mantener su palabra y las consecuencias de lo que está a punto de salir de su boca. ZP nos tiene acostumbrados a soltar lo primero que se le pasa por su mente y luego, en el mejor de los casos, se ve obligado a rectificar y decir "Diego" donde dijo "digo" y, en el peor, a salir trasquilado por tratar de ir a por lana donde no debía. Que se lo pregunten, si no, a los trabajadores de los astilleros públicos Izar, a los que prometió durante un mitin en el que se le calentó la boca una solución sin pérdida de puestos de trabajo sin haber hablado previamente con los ministros que tenían responsabilidades sobre el asunto, para tener que admitir, pocos días después, que no podía mantener lo dicho. Con los intentos de impedir que la alemana E.On se haga con Endesa ha ocurrido más de lo mismo, pero corregido y aumentado.

Hace pocas semanas, Zapatero sostenía, en una entrevista con el diario británico The Times, que el Gobierno no iba a dar marcha atrás en las condiciones que la Comisión Nacional de la Energía había impuesto a E.On para autorizarle la toma de control de Endesa. Sin embargo, la semana pasada volvió a repetirse una historia que ya resulta demasiado manida: ZP cambió el mensaje y empezó a hablar de un "final feliz" que, por supuesto, incluye modificar las exigencias de la CNE, recurridas por la eléctrica alemana por considerarlas abusivas y confiscatorias. Esta es la política económica del Gobierno: primero dice algo, luego provoca a los grandes y después termina por salir corriendo con el rabo entre las piernas porque el presidente no mide ni sus palabras ni sus fuerzas reales.

Ahora la cuestión reside en saber de qué forma ZP va a dar satisfacción a los alemanes. En el seno del Gobierno se baraja eliminar la condición por la cual se obliga a E.On a ceder la gestión de las centrales nucleares a compañías españolas, cuando E.On es uno de los mayores expertos en la Unión Europea en materia nuclear. También se estudia la modificación de las desinversiones impuestas por la CNE, pero aquí puede volver a surgir un nuevo punto de conflicto. Mientras el Ministerio de Economía quiere eliminar la condición en su totalidad, desde Moncloa se insiste en que hay que dar algo a Gas Natural, con lo que otra vez la burra de vuelta a la era. El Ejecutivo no puede obligar a E.On a vender nada de Endesa a una compañía concreta, en este caso la gasista catalana, cuando él ni es el propietario de Endesa ni de E.On, ni hay ninguna razón en la legislación económica española que respalde la posición del Gabinete. Así es que estamos otra vez en las mismas: hay que cumplir el pacto de Tinell y dar a Cataluña una empresa energética cueste lo que cueste. ¿Y esto qué implica? Pues ni más ni menos que perseverar en que E.On tiene que vender la central nuclear de Endesa instalada en territorio catalán, por qué sí, sin ningún argumento económico que justifique semejante decisión arbitraria.

Visto lo visto, dudo mucho que E.On vaya a ceder en este asunto, en parte porque tiene que hacer valer todo su peso y el del Gobierno alemán que la respalda abiertamente; en parte también porque, puestos a jugar a política por parte de ZP, en Europa también se juega a lo mismo, esto es, a frenar como sea cualquier intento serio de independencia de Cataluña o el País Vasco para evitar el peligro de que esos movimientos nacionalistas en el seno de la UE, ahora aplacados, resurjan con la fuerza que les puede insuflar el ejemplo español. Así es que, si Zapatero quiere seguir adelante por esa vía veremos, una vez más, como tiene que acabar reculando.

Si todo quedara en otra rectificación –¿cuántas van ya?–, no habría más problema. La cuestión es que todo esto de decir una cosa, provocar a los demás y luego tener que dar marcha atrás; de actuar de forma sectaria y arbitraria para satisfacer intereses políticos, lo único que está haciendo es perjudicar al conjunto de la economía. ¿Quién se va a fiar de un país en el que el Gobierno hace lo que hacen ZP y los suyos? Nadie. Esto es lo grave, que Zapatero está poniendo al país patas arriba y cada una de sus ideas brillantes nos cuesta caro: por ejemplo, que por querer entregar en bandeja Endesa a Gas Natural, la primera compañía eléctrica española pueda acabar en manos alemanas y a la segunda, Iberdrola, le pueda suceder algo por el estilo. Alguien debería decirle a Zapatero que este no es el camino, aunque el problema, me temo, es que Zapatero no quiere oír estas cosas.

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