Menú
Emilio J. González

Algo huele en Repsol

La jornada bursátil del miércoles 15 de mayo estaba llamada a ser anodina. Madrid celebraba la fiesta de su patrón, San Isidro, con lo que los operadores estarían de día libre y habría poco volumen de negocio. Pero enseguida saltó la sorpresa en forma de caída inesperada de las acciones de Gas Natural, que rompían la tendencia al alza que venían siguiendo desde que la compañía que preside Antoni Brufau anunció que vendería el 65 por ciento de Enagas antes de que concluyera el segundo trimestre. Visto lo visto, a las 13,20 horas, la CNMV decide suspender la cotización de la empresa gasista cuando llevaba una caída del 3,88 por ciento y se habían negociado hasta ese momento 1,35 millones de títulos, cuando la media de las últimas 670 sesiones es de 830.000 títulos. Eso ya resultaba raro.

A las seis de la tarde, ya con la Bolsa cerrada, se supo que Repsol iba a vender en el mercado aproximadamente el 20 por ciento de Gas Natural, compañía de la que posee el 45 por ciento del capital. Pero la petrolera ya había empezado a subir desde que se suspendió la cotización de Gas Natural, hasta cerrar con una ganancia del 6,79 por ciento. Según Repsol, los ingresos de la venta irán a reducir su deuda. Pero la petrolera en ningún momento había comunicado a la CNMV sus intenciones cuando se trata de un hecho relevante que afecta de forma decisiva a la cotización de la empresa gasista.

Toda esta operación está rodeada de muchos puntos oscuros. Por ejemplo, ¿por qué se elige un día festivo para iniciar la operación y no se comunica nada, ni a la CNMV ni a nadie hasta que terminó la jornada bursátil? ¿Por qué la operación se realiza a través de colocaciones en el mercado, en lugar de tratar de colocar el paquete a alguien, por ejemplo a una eléctrica que apueste por las centrales de ciclo combinado, o a algún extranjero que quiera entrar en el mercado energético español, o a algún inversor institucional? Porque, si Repsol hubiera actuado así, probablemente podría haber obtenido más dinero que el que recaudará en un mercado bajista para Gas Natural ante el aluvión de títulos de la compañía que están saliendo a la venta y que están reduciendo drásticamente su precio.

Lo más sospechoso de todo es eso de vender Gas Natural para reducir la deuda de Repsol. La compañía gasista es la joya de la corona de la petrolera que preside Alfonso Cortina, por lo que no tiene sentido su venta, salvo que Repsol esté mucho peor de lo que se dice. Un analista que sigue el sector energético comentaba que no tiene sentido esta operación porque es como si a una persona que tiene un brazo gangrenado se le corta el brazo sano para curar la enfermedad. Y todo esto sigue a la extraña forma en que el Gobierno y la Fiscalía General del Estado han resuelto el famoso expediente de defensa de la competencia contra las petroleras por pactar precios, que ha quedado en papel mojado; a los rumores de OPA sobre Repsol y a la extraña compra de importantes paquetes de acciones de Repsol, con cargo a su patrimonio personal, por parte de un Emilio Ibarra que se resistió con uñas y dientes a abandonar la vicepresidencia de la petrolera cuando se vio implicado en el caso de las cuentas secretas del BBVA y que ahora se ha convertido en el primer accionista a título particular de la empresa que preside Alfonso Cortina cuando, con la que está cayendo sobre Repsol, hay muchas opciones mejores para invertir dinero.

Algo raro pasa en Repsol y alguien debería empezar a aclararlo, incluyendo en ese alguien a la propia CNMV.

En Opinión