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Emilio J. González

Alierta, año I

El presidente de Telefónica, César Alierta, acaba de dar su primera rueda de prensa desde que llegó al cargo, allá por agosto del año pasado. Alierta, quien hasta ahora no se ha prodigado en los medios de comunicación, ha decidido comparecer con motivo de la celebración de la junta de accionistas de la compañía. Los datos que facilitará no son nada desdeñables.

Lo más destacado del primer año de Alierta es, sin duda, haber devuelto a la normalidad las relaciones entre el Gobierno y Telefónica. Se acabó aquello de la última etapa de Juan Villalonga, con constantes huidas para salvar la cabeza, y con un enfrentamiento frontal con el Ejecutivo a ver quién hacía caer a quién. Esas cosas siempre pasan factura a una empresa y a su cuenta de resultados.

La estrategia de Alierta, en este sentido, ya empieza a deparar sus frutos. El presidente de Telefónica ha conseguido una mejora de las condiciones impuestas por el Gobierno para permitir a la compañía desarrollar una política de ofertas y descuentos, ha conseguido el reconocimiento de que la prestación del servicio público universal de telefonía lo paguen todos los operadores, y no sólo Telefónica, como hasta ahora, y ha logrado que el Ministerio de Economía esté dispuesto a revisar la tan denostada tasa de utilización del espacio radioeléctrico –recurrida ante los tribunales por todos los operadores– para reducirla probablemente a la mitad en 2002 y hacerla desaparecer el ejercicio siguiente.

En términos de resultados, Telefónica sigue siendo la primera empresa de España por volumen de beneficios. Pero hay otras cosas más importantes. Por ejemplo, que es la tercera de Europa por volumen de capitalización bursátil, después de Vodafone y Deutsche Telekom, la menos endeudada y la que tiene la mejor calificación por parte de Standard & Poor’s. Además, Telefónica ha sido la compañía menos castigada en Bolsa, en medio de la tormenta que ha azotado a las compañías de telecomunicaciones, y eso que en el caso de la operadora española se da una circunstancia que no se produce con las demás europeas, esto es, su fuerte presencia en Latinoamérica, con lo que le afecta la desaceleración económica estadounidense y la crisis argentina.

Alierta, además, esbozó sus planes para el futuro. De entrada, dijo que nada de fusiones y sí a crecer a base de compras en Europa y Latinoamérica cuando se presenten oportunidades rentables. Se acabó, por tanto, el comprar por comprar y crecer por crecer que caracterizó a Villalonga para volver a la prudencia y sensatez que debe caracterizar a la gestión de toda empresa. En cuanto a vender compañías integradas en el grupo Telefónica o la participación que tenga en terceras empresas, Alierta fue también claro: nada de nada, salvo que interese y las condiciones del mercado lo permitan.

César Alierta fue optimista respecto a Terra-Lycos y Endemol. Sin embargo, la realidad de Terra es que tiene una caja equivalente a la mitad de su capitalización bursátil y, al no explicar qué va a hacer con ese dinero, la deducción lógica es que lo destinará a provisiones para cubrir las pérdidas que aún se puedan producir. En cuanto a Endemol, es cierto que la inversión es rentable cuando se tienen en cuenta solamente los beneficios de explotación, o sea, la diferencia entre los ingresos y los gastos propios de su actividad. Pero en cuanto se incluyen los costes financieros y las amortizaciones, o sea, lo que costó comprar Endemol, las cosas cambian. Esas son sus dos asignaturas pendientes, porque la apuesta por Latinoamérica va bien.

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