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Emilio J. González

Anclados en Argentina

Repsol YPF acaba de anunciar que mantendrá sus inversiones en Argentina a pesar de la grave crisis económica que azota al país. La petrolera que preside Alfonso Cortina no es la primera empresa española en ratificar su presencia. Pocos días antes, el SCH y el BBVA habían hecho lo mismo, pese a declaraciones hace unos meses en el sentido de que o se arreglaban las cosas o ellos se iban. ¿Qué es lo que ahora les hace decir Diego donde antes habían dicho digo?

Parte de la respuesta está en la propia evolución de la situación argentina, que aunque dista mucho de estar resuelta, algo ha mejorado con la llegada al Ministerio de Economía de un Roberto Lavagna que en los pocos meses que lleva en el cargo está consiguiendo enderezar unas desastrosas cuentas públicas, hacer que el FMI se siente de nuevo a negociar con el país, deshacer bastantes de los errores cometidos por sus predecesores en el cargo y conseguir que las multinacionales instaladas en el país conserven un mínimo de confianza en él y en su Gobierno para permanecer en Argentina. No obstante, los riesgos todavía existen y siguen siendo muy elevados, pero Lavagna está logrando transmitir cierta sensación de ortodoxia y seriedad que antes no existía.

Los mercados, sin embargo, han penalizado a los bancos por su decisión, pero esa penalización está más relacionada con el dinero que tendrán que aprovisionar para mantener su presencia en Argentina que con un rechazo a tal decisión. Pero esas provisiones son por circunstancias a corto plazo; a medio y largo plazo su retirada supondría abrir de par en par las puertas del mercado argentino, y probablemente de todo el Cono Sur, a la banca estadounidense, con la consiguiente pérdida de cuota de mercado para las dos grandes entidades españolas en unos momentos en los que tratan de ser competidores de peso en las finanzas internacionales, especialmente en la Unión Europea.

En el caso de Repsol, el problema es todavía mayor. Si abandona Argentina, su tamaño se reduce en la misma proporción en que aumenta su atractivo para ser víctima de una OPA. Además, si la petrolera hispano-argentina baja ahora la guardia, puede sucumbir ante la estrategia diseñada por la brasileña Petrobras y la venezonala Petróleos de Venezuela para repartirse el mercado suramericano de extracción, refino y comercialización de hidrocarburos.

Por tanto, los bancos y las empresas españolas están obligados a permanecer en Argentina. Eso sí, no a cualquier precio porque el país austral no puede convertirse ni en un pozo sin fondo en el que entierren dinero y más dinero, ni en un lugar de inseguridad jurídica permanente para las inversiones, ya que, en ese caso, les guste o no, tendrían que marcharse. Eso es lo que le plantearon a los anteriores Gobiernos y lo que Lavagna, por ahora, ha sabido entender.

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