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Emilio J. González

Basta una llamada

La dimisión de Pilar Valiente como presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores estaba cantada desde hacía tiempo. Sólo faltaba saber cuál era el momento elegido por Rodrigo Rato, para dejarla caer, una vez que hubiera cumplido su función de escudo contra los ataques del PSOE contra el vicepresidente económico. Pero, como decía John Lennon, la vida es lo que te pasa mientras haces planes y la vida le cogió por sorpresa. Fue con la "publicación" del "best seller" de Pilar Giménez-Reyna. Su dietario provocó el cese fulminante de Valiente, y bastó para ello una simple conversación telefónica.

No hubo visita de Pilar Valiente al despacho de la segunda planta de Castellana, 162, como suele hacerse en estos casos. Rato no quería verla ni en pintura, así que, a media tarde del martes, tiró de teléfono y, muy enfadado, pidió a Valiente su dimisión inmediata. El vicepresidente no se andó con contemplaciones, por mucho que la ya ex presidente de la CNMV insistió una y otra vez en su inocencia y en que todo esto no era más que una campaña para desprestigiarla. Ni siquiera le valió el recurso de las lágrimas. Rato lo tenía muy claro y fue inflexible: si a las nueve menos cuarto de la mañana del miércoles la dimisión de Valiente no era pública, tomaría las medidas necesarias para cesarla.

Rato, por tanto, tuvo que ver como un dietario desmontaba su primera línea de defensa ante los ataques políticos que se le avecinan. Pero mantener a Pilar Valiente en el cargo hubiera tenido para él un coste mucho más elevado. ¿Cómo se justificaría la continuación de Valiente después de que Pilar Giménez-Reyna la vinculase abiertamente con toda la trama de Gescartera, aunque no sea cierto? La crisis política que se hubiera desatado en tal caso hubiera sido terrible. Así es que Rato no tuvo más remedio que hacer lo que hizo, irritado pero con lógica. Así es la vida, sobre todo en política.

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