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Emilio J. González

Caos monetario

Argentina no acaba de salir de una y ya se está metiendo en otra, puede que todavía más grave. Lo primero que hizo el nuevo presidente, Adolfo Rodríguez Saá, fue declarar la suspensión de pagos. Ahí estuvo bien porque la situación ya era insostenible, con lo que la medida caía por su propio peso. Ahora sólo queda renegociar la deuda para poner fin al diferimiento en el pago de los intereses y el capital. Pero lo segundo que hizo fue anunciar la introducción de una tercera moneda, el argentino, que convivirá con el peso y el dólar. Aquí empieza el problema.

La idea del argentino viene porque el país busca como sea una fórmula para salir de una convertibilidad que se ha vuelto contra él. En su momento fue muy útil para atajar de raíz la hiperinflación de principios de los noventa, pero al no adaptar con el paso del tiempo el tipo de cambio del peso con el dólar, para adecuarlo a la realidad argentina, acabó por arrasar la economía austral. Y es que es muy difícil que las empresas argentinas pudieran sobrevivir con una moneda sobrevalorada en un 50%, mientras sus vecinos devaluaban sus divisas entre el 20% y el 30% a causa de la crisis financiera internacional de 1997.

Por eso, el argentino no tendrá un tipo de cambio fijo con el dólar. Nacerá con una paridad de uno a uno pero será el mercado quien fije día a día su cambio. Eso es lógico y sensato. La cuestión es si el mercado aceptará ese tipo de cambio cuando en el mercado negro el peso ya se ha devaluado en un 50%.

Lo más probable, por tanto, es que el argentino se deprecie. Aquí empieza el problema porque el Gobierno ha garantizado la emisión de más argentinos para compensar a los ciudadanos por la pérdida de valor. Pero eso, lejos de fortalecer a la nueva moneda, la debilitará todavía más y, con toda probabilidad, creará un serio problema de inflación que ya se empieza a gestar porque el Gobierno utilizará esa emisión de argentinos, o sea, la imprenta, para pagar salarios sociales, el sueldo de los funcionarios y las pensiones.

Argentina, por tanto, puede estar a las puertas de nuevos desordenes monetarios que sólo tienen dos precedente en la Historia: la hiperinflación argentina de principios de los noventa, donde el IPC llegó a crecer a tasas superiores al 1.000% anual, y la crisis monetaria de la Alemania de la década de los veinte, cuando un dólar llegó a cambiarse por 2,3 billones de marcos. ¿Será este el destino del "argentino"?


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