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Emilio J. González

Chacón y el marketing electoral

Trujillo, sin embargo, no solo no ha dado la talla, sino que ha complicado mucho más las cosas a Zapatero, con una política entre intervencionista y populista de resultados nefastos tanto en términos económicos como de imagen para el Gobierno.

El cese de la ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, es una de las pruebas más palpables del fracaso de una de las principales apuestas de Zapatero en esta legislatura: la resolución de uno de los problemas socioeconómicos más acuciantes para los españoles. Desde el comienzo de la legislatura, el precio de las casas no ha dejado de subir, y si su tasa de aumento está desacelerándose en los últimos meses no es como consecuencia de la política en esta materia desplegada por el Gobierno, sino por circunstancias económicas ajenas al mismo. De hecho, el precio de la vivienda ha empezado a moderarse en cuanto los tipos de interés han comenzado a subir, limitando la capacidad de los ciudadanos de adquirir una casa. Esto, y no las acciones desplegadas desde el Ejecutivo, es lo que está influyendo en la evolución de los activos inmobiliarios, cuyo coste sigue siendo casi prohibitivo para muchas familias.

Zapatero creó el Ministerio de Vivienda como apuesta personal para resolver este problema y puso a su frente a María Antonia Trujillo, a quien se le suponía que había conseguido resolver el problema en Extremadura, una región de altas tasas de desempleo y bajos niveles de renta donde, a causa de estas características económicas, el precio de las casas había subido menos y se encontraba en el nivel más bajo de España. Trujillo, sin embargo, no solo no ha dado la talla, sino que ha complicado mucho más las cosas a Zapatero, con una política entre intervencionista y populista de resultados nefastos tanto en términos económicos como de imagen para el Gobierno.

Las únicas propuestas salidas del ámbito de Trujillo, una controvertida ministra cuyo departamento ha sido un desfile continuo de cargos porque nadie podía trabajar con ella, se han caracterizado por su fuerte rechazo popular. La idea de los minipisos de 30 metros cuadrados fue tan contestada como las recientes declaraciones estimulando tanto la intervención del Estado como la ocupación de las viviendas deshabitadas. Y su ley del suelo, en lugar de resolver los problemas, porque no liberaliza el mismo, añade más posibilidades de intervención de las Administraciones Públicas. Es decir, en lugar de eliminar las raíces del problema, profundiza en ellas. Y, por supuesto, todo ello lo criticó el Partido Popular en el debate sobre el estado de la Nación.

A Zapatero, por tanto, no le quedaba más remedio que tomar cartas en el asunto de cara a las próximas elecciones generales, sobre todo teniendo en cuenta que los socialistas vienen de perder las municipales y autonómicas. Pero lo ha hecho mediante una operación de maquillaje, de cara a la galería. Carme Chacón, la nueva titular de Vivienda, no es una experta en la materia, ni, por el tiempo que queda hasta las próximas generales, va a poder hacer nada. Su mérito para sentarse en el Consejo de Ministros no es otro que el de ser amiga personal de Zapatero y una de las personas que le apoyó y le ayudó en su carrera hacia la secretaría general del partido. Con su nombramiento, Zapatero pretende salvar la cara ante lo que ha sido uno de los fracasos más sonados de su política en esta legislatura y, de paso, rodearse de los verdaderamente suyos ahora que es tan contestado entre la sociedad española y dentro de su propio partido. El relevo en Vivienda, por tanto, no es más que puro marketing electoral de cara a los próximos comicios. Pero la gente no es tonta.

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