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Emilio J. González

Cierre en falso

El laudo sobre el conflicto entre Iberia y sus pilotos que acaba de dictar el árbitro Federico Durán es una mezcla de decisión salomónica y cierre en falso de la crisis que deja las puertas abiertas a futuros conflictos. De momento, los pilotos no han retirado el recurso contra el arbitraje obligatorio y un representante del Sepla dijo tras conocer el contenido del laudo que las espadas seguirán en alto si la dirección de la compañía no cambia de actitud. Esto es lo que se ha ganado, de momento, por culpa de una intervención gubernamental que buscaba ganar en imagen pública, aunque sea a costa de Iberia y sus accionistas.

El laudo, en sí mismo, puede ser una fuente futura de conflictos. De entrada, Durán ha concedido a los pilotos la supresión de la famosa cláusula 104, aquella por la que se tuvieron que bajar el sueldo un 12% en 1995 para poder sanear la compañía. Iberia no quería suprimirla, el Sepla sí y lo ha conseguido. La compañía, por tanto, se enfrenta a un nuevo incremento de sus costes cuando la subida del precio del queroseno y la fortaleza del dólar ya han golpeado con dureza a su cuenta de resultados y al precio de sus acciones en la Bolsa. Pero lo peor de todo es que los pilotos ya saben que, en caso de nuevos conflictos, la solución del Gobierno sería un nuevo arbitraje en el que verían satisfechas sus demandas, al menos en parte. Y esto constituye una invitación abierta para seguir creando problemas.

Para más INRI, el laudo concede a Iberia que las subidas salariales superiores a la inflación se realicen en función de los resultados de la compañía, pero baja a 10.500 millones de pesetas anuales el nivel a partir del cual dichos incrementos en la retribución de los pilotos irán más allá del IPC, lo que supone condicionar la política salarial de la compañía, con un claro perjuicio para la misma y sus accionistas.

El balance del laudo, por tanto, es, en conjunto, más favorable para los pilotos que para Iberia, especialmente porque el Sepla ya sabe cuál es el resultado de su intransigencia y sus posiciones de fuerza, a las que no puede acudir la compañía porque rápidamente sale alguien del Gobierno a pararle los pies en nombre de un mal entendido interés público. Pero lo más grave de todo es que el pulso mantenido por los pilotos y la compañía a lo largo de los últimos meses era decisivo para el futuro de Iberia. Si hubiese ganado el consejo de administración, el Sepla perdería buena parte de su poder de antaño y la compañía podría gestionarse con los criterios de racionalidad que se aplican en la mayor parte de las empresas de este país; por el contrario, si la victoria hubiera correspondido a los pilotos, el futuro de la aerolínea hubiera sido muy negro. El laudo ha dado la victoria a los puntos, y por ligera ventaja al Sepla. La chulería de uno de sus representantes comentada más arriba es un síntoma claro de lo que puede venir más adelante, por obra y gracia del Gobierno.

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