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Emilio J. González

Duisenberg pierde el norte

Wim Duisenberg ha sido siempre un personaje difícil de comprender. Por desgracia, no es como el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, al que le gusta ser deliberadamente ambiguo. Duisenberg no. El presidente del Banco Central Europeo es incomprensible por ilógico. Si alguien tiene alguna duda al respecto, no tiene más que observar lo que está pasando estos días.

No hacía falta que el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, anunciase que la economía de la zona del euro crecerá este año el 1,5%, ni que el ministro de Finanzas alemán, Hans Eichel, dijera que el PIB de su país solo aumentará el 0,7%. Los datos económicos que se han ido publicando a lo largo de los últimos meses ya dejaban entrever con claridad que las cosas no iban a marchar como se había previsto a principios de año. Tampoco era necesario que los analistas empezaran a decir que la inflación de la zona del euro se va a situar por debajo del 2% a principios de 2002 porque los propios datos de precios ya lo están anticipando desde hace algunas semanas. Todo eso ya se sabe por lo que lo más lógico sería que la política monetaria del BCE se adaptase a estas nuevas coordenadas, es decir, que los tipos de interés bajasen. Pero una cosa es la lógica y otra la realidad, en este caso muy distinta.

Es una realidad triste porque todo dice que en la zona del euro se puede abaratar el precio oficial del dinero. Sin embargo, Duisenberg insiste, en el último informe mensual del BCE, que el nivel de los tipos de interés es el adecuado para las actuales circunstancias económicas. Esto, probablemente, sólo se lo cree él porque dentro del banco no hay mucha más gente que apoye su posición. Es significativo en este sentido que Otmar Issing, consejero del banco y director de análisis del mismo, un hombre que se ha caracterizado por encarnar dentro del BCE la ortodoxia del Bundesbank alemán en política monetaria, haya dicho esta semana que hay margen de sobra para que el banco proceda a un recorte de tipos. Duisenberg, sin embargo, no concede.

Las razones por las que el "holandés errante" se empeña en "sostenella y no enmendalla" no se conocen, aunque puede que se intuyan. Duisenberg ha sido muy criticado en el pasado por subir y bajar los tipos cuando no debía, lo que le restó credibilidad a él y a la institución que preside. Ahora parece querer rectificar y ser más duro para ganar credibilidad. Lo malo es que ser más papista que el Papa, como es ahora Duisenberg, crea tantos o más problemas que los que se derivan de unas decisiones de política monetaria tomadas más a la ligera.

En este caso, Duisenberg está provocando el clamor de todas las autoridades económicas europeas en favor de una bajada de tipos. Y al final, la sensación que va a acabar dando es que concede porque la presión política es insoportable, cuando la realidad es que esa presión se produce porque se empeña en mantener los tipos en su nivel actual cuando es completamente innecesario. El presidente del BCE, por tanto, no da una a derechas, y mira que ahora las cosas están claras.

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