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Emilio J. González

Efectos colaterales

Lo de Gescartera parece cada día más un escándalo de dimensiones incalculables y consecuencias imprevisibles. De momento, ya empiezan a rodar cabezas, aunque en el mundo político, por ahora, sólo ha caído la del ex secretario de Estado de Hacienda, Enrique Giménez-Reyna, el “hermanito de doña Pilar”, la presidenta de la sociedad. A partir de septiembre, puede que haya más. Pero entre las empresas, fundaciones y similares que están de una u otra forma relacionadas con la trama también empieza a haber víctimas. Son los efectos colaterales.

Esa es precisamente la mejor definición de lo que empieza a ocurrir en la Once: efectos colaterales. Y es que, como todo el mundo sabe, la Fundación Once poseía el 10% del capital de Gescartera, gracias a la donación que les hizo José Camacho. Este caballero, como todo el mundo sabe, era el padre de Antonio Rafael Camacho, principal accionista de la sociedad y la única persona que, por ahora, ha dado con sus huesos en la cárcel. También es público que la Fundación Once tenía dinero invertido en Gescartera, aunque quien lo sabía era el consejo de la organización de los ciegos. Y eso le ha costado la cabeza al presidente de la Fundación, Rafael Lorenzo, y al director general de la misma, José Manuel Pichel. Esta decisión es tan normal como lógica.

En la Once, sin embargo, hay también cierto mar de fondo que el caso Gescartera ha empezado a agitar. Es, ni más ni menos, que la lucha por el poder en el seno de la organización. No se trata de personalismos, como pudiera pensarse en un principio, sino de política pura y dura: en la Once mandan actualmente personas próximas al PSOE y los afiliados afines al PP han aprovechado para lanzar sus ataques a la actual cúpula directiva. De ahí la celeridad con la que ha reaccionado el presidente de la organización, José María Arroyo, a la hora de exigir responsabilidades y actuar en consecuencia. ¿Quién iba a decir que Camacho iba a desatar una crisis política en el seno de la Once?

Aún es pronto para saber el alcance real de todo este movimiento, como lo es también para saber a cuántos personajes se llevará por delante el asunto de Gescartera. Pero es curioso que Camacho haya sido la chispa que ha desencadenado en la organización de los ciegos una guerra política, que llevaba tiempo latente a la espera de un detonante. Los dichosos efectos colaterales, insisto.

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