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Emilio J. González

El espejismo del crecimiento

Con menos consumo y con un panorama internacional incierto, donde todo apunta a una fuerte desaceleración de la economía mundial, las empresas tampoco invierten. A ello hay que unir el parón de la construcción

En la vida no es oro todo lo que reluce. Incluso en algo tan frío e impersonal como las estadísticas. No obstante, siempre hay quien aprovecha la semejanza entre el oro y el latón para hacer pasar por el preciado metal lo que no es más que el producto barato de una aleación. Con los datos de crecimiento económico del cuarto trimestre de 2007, que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística, seguro que va a ocurrir lo mismo. El Gobierno dirá que una economía que creció en ese periodo al 3,5% goza de muy buena salud y que todas las críticas a la gestión económica no son más que antipatriotismo y demás. El discurso de siempre. Pero quienes vean más allá de esa simple cifra, para analizar lo que hay detrás, descubrirán enseguida que se quiere dar gato por liebre y que las cosas son mucho peores de lo que parecen.

Los analistas ya han criticado esa cifra diciendo que semejante crecimiento no se corresponde con el que se deriva de la caída de algunos de los principales indicadores económicos, entre ellos los de empleo, que indican una situación bastante peor. Pero es que aquí lo que hay es un espejismo matemático. Resulta que ese dato le sale al INE como consecuencia de que el sector exterior resta menos al crecimiento que en trimestres anteriores. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque la demanda de importaciones se está frenando en seco ante la fuerte caída que está experimentando la demanda interna de consumo e inversión. El menor gasto familiar y el frenazo de la inversión empresarial hace que se importe menos y, por tanto, que el sector exterior reste menos al crecimiento. De esta forma resulta una cifra de aumento del PIB que es un espejismo, una realidad muy diferente de la que en verdad experimenta la economía española en estos momentos. Y ese espejismo no es más que el fruto de una de las razones por las que la economía no va bien: porque se importa menos.

Precisamente, la drástica caída de la demanda interna, que ha pasado de una tasa de aumento del 5,1% en el primer trimestre de 2007 a cerrar el ejercicio con un incremento del 3,9%, refleja a la perfección qué es lo que está pasando en nuestro país. Las familias gastan menos porque la subida de los tipos de interés y su traslado a las hipotecas ha socavado las posibilidades de consumo de los hogares, lo mismo que la inflación, en especial los capítulos de alimento y combustibles. Así, los españoles desconfían de la situación y se muestran precavidos a la hora de gastar por lo que pueda suceder en el futuro. Es la caída de las expectativas de los consumidores a mínimos históricos que viene mostrando este indicador desde hace meses.

Con menos consumo y con un panorama internacional incierto, donde todo apunta a una fuerte desaceleración de la economía mundial, las empresas tampoco invierten. A ello hay que unir el parón de la construcción, todo lo cual explica que el paro esté creciendo, que los españoles no confíen en el futuro económico, que todo se esté parando y que ahora a Zapatero le preocupe tanto la situación económica y él y su Gobierno se esfuercen por disfrazar la realidad. Pero esta es la que es, se diga lo que se diga desde el Ejecutivo, y los españoles la notan en su vida diaria. En este sentido, el dato de crecimiento dado a conocer por el INE no es más que una ironía, un canto del cisne de tiempos pasados que fueron mejores y que, de haberse hecho las cosas mejor en esta legislatura, ahora podrían ser mejor de lo que son.

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