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Emilio J. González

El final de la escapada

Pedro Ferreras se va. El polémico presidente de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (Sepi) acaba de presentar su dimisión al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, quien no ha dudado en aceptársela, si bien ha matizado que todavía hay que decidir la salida efectiva de Ferreras.

Y es que el ya presidente en funciones de la Sepi, aunque ha justificado su renuncia en motivos personales, ha optado por quitarse de en medio cuando todavía está pendiente de resolver el conflicto entre la Sepi, el Ministerio y el núcleo duro de Iberia a causa de los pactos secretos con los accionistas de referencia de la aerolínea respecto al precio pagado por su participación en la compañía de bandera. Un problema que, aunque ahora no ocupa los titulares de los periódicos, aún no se ha resuelto y su salida se adivina difícil.

Con la salida de Ferreras se cierra un periodo de discrepancias y desencuentros entre el primer ejecutivo de la Sepi y Montoro, a cuyo Ministerio está adscrito el holding que agrupa a las empresas del Estado. Unas diferencias que fueron ampliándose y agravándose con el tiempo, hasta tal punto que Montoro se vio obligado a nombrar como consejero delegado de la sociedad a Pablo Oliveras, hasta entonces director general de Patrimonio, con el fin de asumir el control de Sepi. Y es que Ferreras y su gente actuaban de espaldas a Montoro y a los hombres que éste colocó al frente de las empresas a su cargo, como Juan Ignacio Barrero, el presidente de Ence, a quienes desautorizaba en público y en privado, de palabra y de obra, bien directamente bien a través de su gente en los distintos consejos de administración.

Ferreras deja tras de sí todo un récord en materia de privatizaciones, muchas de las cuales se saldaron de forma satisfactoria --Telefónica, Repsol, Endesa, Aceralia, etc--, pero, curiosamente, cuando su mentor, Josep Piqué, era ministro de Industria y de él dependía orgánicamente la Sepi. Con Montoro, sin embargo, no se entendió. Ferreras quiso aprovechar el cambio de Gobierno tras las elecciones generales del año pasado para ir de autónomo por la vida, y así ha estado actuando hasta el día de hoy, con una gestión que deja mucho que desear. El fiasco de la privatización de Iberia, o la forma en que abortó la solución para Aerolíneas Argentinas --que pasaba por la gestión de la compañía por parte de American Airlines--, son ejemplos claros de los últimos tiempos del mandato de Ferreras.

Ahora todo llega a su fin. Montoro podrá estar tranquilo. Eso sí, no parece probable que vaya a dejar que Ferreras se marche de rositas sin resolver la cuestión de Iberia y su núcleo duro, puesto que él fue quien creó el problema. Y es que como ha dicho Montoro, aún hay cuestiones que solucionar. Y cada palo tiene que aguantar su vela.

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