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Emilio J. González

El final de la tontería

El presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, acaba de sugerir en su intervención ante el comité de presupuestos del Senado que los tiempos de los recortes de los tipos de interés para estimular la economía han llegado a su fin. Simultáneamente, el presidente del Banco Central Europeo, Wim Duisenberg, ha venido a decir lo mismo en el último boletín mensual del banco. Esta coincidencia constituye una buena noticia, por varios motivos.

De entrada, la renuncia de las autoridades monetarias europeas y norteamericanas a volver a recortar el precio oficial del dinero es un síntoma claro de que los signos de que la desaceleración, o la recesión en EEUU, ha tocado fondo y que la recuperación está próxima son cada vez más fuertes y numerosos. Es decir, la reactivación puede estar en puertas.

Pero más importante aún si cabe es el hecho que supone esa misma renuncia porque la agresiva política monetaria llevada a cabo por Greenspan a lo largo de los últimos catorce meses y la más moderada de Duisenberg hasta ahora no han servido para estimular el crecimiento económico pero han podido crear un problema. Ese exceso de liquidez alimentó las subidas de las bolsas europeas y norteamericana en los últimos meses de 2001, dando lugar a una pequeña burbuja financiera. Este hecho ha sido especialmente significativo en Wall Street pero, por ahora, parece que se ha terminado. De no haber sido así, en unos meses podría haber habido otro desplome bursátil que devolviera a la economía norteamericana a la recesión, vía restricciones de crédito y caídas del consumo por la nueva pérdida de riqueza de los ciudadanos en Bolsa. Y es que, cuando se hace un análisis del beneficio por acción del mercado neoyorkino se aprecia que los precios actuales de los títulos son todavía muy altos con lo que la corrección vendría necesariamente en unos meses y la caída del Dow Jones y del Nasdaq podría arrastrar también a los mercados europeos.

El caso europeo, en este sentido, es distinto. Sus bolsas, más bien, están infravaloradas, especialmente la española, como consecuencia del drástico castigo sufrido por las empresas de telecomunicaciones, que arrastró a los demás sectores. En estos mercados, por tanto, hay recorrido al alza, incluso en las condiciones actuales, lo que disminuye el riesgo de una nueva burbuja financiera y sus consecuencias perniciosas en el momento que estallase. No obstante, una subida de las acciones debida a un exceso de liquidez en el mercado por los bajos tipos de interés tampoco sería buena porque no se correspondería con la realidad. Afortunadamente, el precio del dinero parece que no volverá a bajar ni en Estados Unidos ni en la zona del euro. Ya iba siendo hora de que empezase a dominar la cordura.


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