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Emilio J. González

El fracaso europeo de Zapatero

Resulta que el documento asigna a España menos dinero que el anterior y, sin embargo, el Gobierno lo recibe como un primer paso positivo.

¿Qué va a conseguir el Gobierno de Zapatero en la cumbre de Bruselas en materia presupuestaria? De momento, un rotundo fracaso. Es cierto que la última propuesta británica concede a España el dejar de percibir el fondo de cohesión de manera gradual durante los próximos siete años, en vez de perderlo de golpe, tal y como recogían anteriores propuestas. Pero ni se trata de una cantidad satisfactoria para los objetivos que se había marcado el Ejecutivo socialista desde el momento en que llegó al poder, ni todavía está dicha la última palabra porque las cosas pueden empeorar.

Zapatero se ha pasado toda la legislatura haciendo concesiones graciosas y unilaterales en las negociaciones europeas porque, según dijo cuando levantó el veto español a la constitución europea, de esta forma negociaremos mejor los fondos europeos. Pues levantado el veto y realizadas otras muchas concesiones, resulta ahora que la cantidad que asigna a España la presidencia británica de la UE es sensiblemente inferior a la demandada desde un principio por el Gobierno. Es más, se encuentra 500 millones de euros por debajo de la anterior propuesta, que el Ejecutivo vetó. En estas circunstancias, es mejor que no se presenten nuevas propuestas de presupuestos porque en cada una de ellas España pierde todavía más.

Más grave resulta el reparto del esfuerzo presupuestario que va a realizar cada país de la Unión Europea a quince para financiar la ampliación a diez nuevos miembros que ha culminado este año. El sacrificio, por lógica, debería haberse distribuido más o menos equitativamente entre todos los Estados miembros pero resulta que con la propuesta británica España, por sí sola, va a tener que soportar la cuarta parte del esfuerzo financiero. En parte es lógico porque nuestro país ha sabido aprovechar en los últimos años los dineros procedentes de Europa para avanzar en su grado de desarrollo respecto a nuestros socios comunitarios y, por tanto, es normal que pierda dinero de los fondos estructurales y de cohesión en relación al que venía recibiendo hasta ahora. Lo que ya no resulta tan normal es que se pierda tanto, tan de golpe y que sólo lo sufra España y no otros Estados, algunos de ellos más desarrollados que nosotros y que, sin embargo, realizan un sacrificio presupuestario mucho menor. Y no se ha hecho nada para evitarlo.

Lo que resulta llamativo en estas negociaciones es la buena cara que ahora pone el Gobierno ante el proyecto de presupuestos de la UE para el periodo 2007-2013 que está encima de la mesa de negociaciones en estos momentos. Resulta que el documento asigna a España menos dinero que el anterior y, sin embargo, el Gobierno lo recibe como un primer paso positivo. En circunstancias normales diríamos que alguien en la delegación española o en el seno del Ejecutivo ha perdido el sentido de la realidad, pero como todo esto se produce después de la visita a España del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, que vino seguido de la renuncia del Ejecutivo comunitario a tratar la OPA de Gas Natural sobre Endesa, como demandaba el Gobierno español, sinceramente, da mucho que pensar.

De todas formas, la última palabra dista mucho de estar dicha. La propuesta presentada por Tony Blair es una propuesta envenenada. En ella, el primer ministro británico concede a todos los países de la UE algo de lo que pedían en materia presupuestaria menos a Francia, que es a quien menos le gusta la propuesta porque toca una fibra muy sensible para nuestros vecinos del otro lado de los Pirineos, la de las ayudas a la agricultura. Blair, de esta forma, parece devolverle la pelota a los franceses, que el pasado mes de mayo pusieron en tela de juicio el cheque británico, a lo que Londres respondió con una petición clara y explícita de una reforma del sistema de financiación de la política agrícola común (PAC) que no gustó nada en París. Esa misma idea impregna la propuesta presupuestaria que ahora está en discusión y que es muy probable que Francia bloquee porque se siente muy perjudicada por ello. Eso sería un desastre para España porque habría que volver a discutir la cuestión del fondo de cohesión y, sobre todo, porque la aprobación de los presupuestos comunitarios quedaría aplazada para 2006, año en que se utilizarían las cifras de este ejercicio para decidir que regiones son Objetivo Convergencia –aquellas con una renta inferior al 75% de la media de la UE- y, con esos datos en la mano, probablemente Castilla-La Mancha y Galicia quedarían fuera de esa clasificación y, en consecuencia, España recibiría todavía menos dinero. Por consiguiente, a estas alturas de las negociaciones y de la legislatura, hay una cosa que ya puede empezar a afirmarse casi sin temor a equivocación: que la política europea de Zapatero es un fracaso.

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