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Emilio J. González

Españoles desamparados

La actitud de Zapatero y los suyos frente a la nacionalización de los hidrocarburos decretada por Evo Morales es toda una sucesión de despropósitos

Las empresas españolas vienen quejándose desde hace años del poco apoyo y la poca protección que reciben del Gobierno español cuando salen al exterior. Después de ver la forma en que está tratando el Ejecutivo de Zapatero la crisis con Bolivia, seguro que a más de una se le ponen los pelos de punta.
 
La actitud de Zapatero y los suyos frente a la nacionalización de los hidrocarburos decretada por Evo Morales es toda una sucesión de despropósitos. Todo empezó cuando Morales visitó a Zapatero nada más ser elegido presidente de Bolivia y en la reunión, en vez de hablar de la cuestión de los hidrocarburos, cuya nacionalización figuraba como uno de los puntos principales del programa electoral de Morales, Zapatero no se tomó en serio esa cuestión, que tanto afecta a Repsol y a Gas Natural, y se limitó a reírle la gracia de acudir vestido con un jersey y darle unas palmaditas en la espalda. Así es que el Gobierno no vio venir la que iba a caer, cuando estaba bastante claro lo que se podía avecinar, y encima se enteró de todo por los periódicos. Morales ni siquiera tuvo el detalle de llamar a Zapatero para informarle de sus planes. Esa es la amistad y el respeto entre ambos mandatarios.
 
Después, la persecución a los directivos de Repsol por parte de las autoridades bolivianas dejaba patente que el Gobierno de Evo Morales estaba buscando la excusa para recuperar de alguna manera el control de los hidrocarburos que posee Repsol. Aún así, el Gobierno, por lo visto, no se dio por enterado.
 
Ahora llega la forma de tratar esta difícil situación y el Gobierno de Zapatero vuelve a equivocarse. Lo sucedido en Bolivia exige, cuando menos, una respuesta a más alto nivel de la que está proporcionando Zapatero. Brasil y Argentina, afectados también por el decreto de Morales, directamente establecieron una reunión entre presidentes y nosotros, en lugar de enviar personalmente siquiera al ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, nos limitamos a mandar a una simple delegación encabezada por el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernardino León, cuando las circunstancias requieren una presencia más elevada y mucha más energía. Y así pretende Zapatero que respeten a España y los intereses españoles por el mundo.
 
La estrategia también es abiertamente equivocada. Lo inteligente hubiera sido que el Gobierno español se aliara con el brasileño, que tiene un enorme peso específico en el Cono Sur Iberoamericano, y buscara su ayuda a la hora de mediar ante Evo Morales. Pero, en lugar de hacer lo que dicta el sentido común en materia de relaciones internacionales, al Gobierno de Zapatero no se le ha ocurrido otra cosa que dirigirse a la presidencia austriaca de la Unión Europea a preguntar si la UE puede hacer algo y si el decreto de Evo Morales afectará a las ayudas europeas a Bolivia. Hasta un ciego puede ver que esto no es más que un signo de extrema debilidad, una manifestación de que el Ejecutivo no sabe qué hacer y tiene que acudir a la UE en busca de ayuda, ante la falta de iniciativas, de peso específico y de amigos poderosos o influyentes que puedan respaldar a España. Si las empresas españolas siempre han tenido la sensación de caminar desamparadas por el mundo, esa sensación seguro que se ha incrementado en esta última semana.

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