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Emilio J. González

Estofado bancario

Existen también cajas de ahorros que si no fuera por las ayudas del FROB y toda la ingeniería contable que está desplegando el Gobierno estarían en quiebra.

El Fondo Monetario Internacional advertía esta semana a la Unión Europea que ya estaba bien de "cocinar" tanto los resultados de los test de estrés a la banca comunitaria. Y es que, al final, aquí nadie quiere decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad porque los políticos temen que quien exhiba realmente sus vergüenzas en público puede recibir de lo suyo en los mercados. O sea, que ya estamos otra vez intentando engañar a los inversores como si éstos no tuvieran después capacidad para analizar los resultados que los distintos gobiernos les presenten. Desde luego, el nuestro no se ha quedado atrás a la hora de preparar un estofado bancario que le sirva para reducir la prima de riesgo sobre la economía española y sacudirse, de esta forma, la nueva oleada de presión de los mercados que ya estaba resultado asfixiante.

Según la vicepresidenta económica, Elena Salgado, todas las entidades crediticias españolas superan el test de estrés y nuestro sistema financiero goza de buena salud. Ojalá fuera así, pero mucho me temo que las cosas no son tan del color de rosa como nos las pinta Salgado, aunque puede que tampoco tan dramáticas como pensaban los mercados, sobre todo en comparación con otras economías de la UE. Por un lado hay que decir que tenemos entidades, como el Santander y el BBVA, que están entre las más saneadas del mundo. Pero también hay que señalar que existen también cajas de ahorros que si no fuera por las ayudas del FROB y toda la ingeniería contable que está desplegando el Gobierno estarían en quiebra. ¿Por qué? En primer lugar, y sin entrar en la discusión de si los supuestos de caída del PIB y de aumento del paro utilizados por el Ejecutivo para realizar el test son creíbles o no, hay que decir que más de una y más de dos entidades españolas superan la prueba gracias a las ayudas del FROB, sin las cuales no cumplirían los requisitos necesarios para pasar el examen. Y eso los mercados lo saben, pero como son ayudas públicas que están ahí para ayudar a sanear los balances, eso, por ahora, no lo tienen demasiado en cuenta. Lo que sí que les preocupa es otra cosa: la exposición del sector crediticio a la vivienda.

Los mercados saben que bancos y cajas han entrado en una dinámica de refinanciación de los créditos al sector inmobiliario, y en cierta medida también de los préstamos hipotecarios, para evitar nuevas quiebras e impagos que llenen todavía más sus balances de activos inmobiliarios. Si esas inmobiliarias quebraran, o si aumentase aún más la morosidad en los préstamos hipotecarios, más de un banco y más de una caja las iban a pasar canutas. De ahí que se hayan metido hasta las corvas en este juego de hacer que la bola siga rodando mientras pueda y ya se verá cómo se sale de esta. Esa refinanciación se está haciendo gracias a las facilidades de crédito del BCE. El problema es que en algún momento la autoridad monetaria del euro acabará por cerrar el grifo y entonces todo puede saltar por los aires, llevándose de por medio a más de una entidad. Por eso, los mercados están expectantes ante cualquier dato –de morosidad, de paro, o de lo que sea– que pueda servir de señal de aviso al respecto. Si aprecian nuevos síntomas de riesgo, volverán a castigar a España y eso, diga lo que diga y piense lo que piense el Gobierno, no lo van a evitar ni los test de estrés ni nada parecido.

Además, la realidad del sector que muestran dichos test resulta bastante irreal, valga la redundancia. Por un lado, en los balances de bancos y cajas los activos inmobiliarios no figuran por su valor real sino que el Gobierno, a través del Banco de España, les ha permitido no actualizarlos para evitar que ese adecuamiento a cómo están las cosas lleve a más de uno a pérdidas o, directamente, a la quiebra. Vamos, que el Ejecutivo ha puesto la ingeniería contable al servicio de las entidades crediticias y, de paso, al suyo propio porque si éstas tienen que dedicar sus recursos a sanear los activos inmobiliarios como deberían hacer, no podrían seguir comprando las ingentes cantidades de deuda pública española que vienen adquiriendo de forma sistemática desde hace unos meses. En consecuencia, la situación contable utilizada para realizar los test de estrés no es la verdadera, lo cual invalida los mismos.

Por otro lado, no se está teniendo en cuenta el siguiente problema al que se va a enfrentar el sector de bancos y cajas. Éste se ha volcado con créditos a las empresas relacionadas con energías renovables sobre la base del impulso a las mismas que estaba dando el Gobierno de Zapatero a golpe de talonario. Ahora, sin embargo, no hay dinero en las arcas del Estado para todo aquello que no sean las prioridades políticas de ZP y las renovables han dejado de serlo, al menos en términos de gasto público. De ahí que desde hace unas semanas el Ministerio de Industria se esté planteando la necesidad de recortar las primas a las renovables, que ya no puede financiar, e, incluso, de hacerlo con carácter retroactivo para ahorrarse de esta manera los pagos pendientes del pasado ejercicio y parte de éste. Sea retroactiva o no, lo cierto es que la desaparición, o simple reducción, de dichas primas va a poner al sector de renovables en una situación difícil que, lógicamente, implica un mayor riesgo para las entidades crediticias que lo han venido financiando. Eso tampoco se tiene en cuenta en los test de estrés.

A la luz de todo esto queda claro que en las cocinas del Gobierno han trabajado, y mucho, para preparar un estofado bancario. El problema es que por mucho que digan los test, lo que van a tener en cuenta los mercados van a ser dos cuestiones: quien está mejor y quién está peor en la Unión Europea y qué cosas se han quedado fuera de los test, las cuales seguirán pesando en el ánimo de los inversores, que pueden reaccionar de forma negativa ante cualquier indicio o señal de alarma. Y el sector crediticio español no va a ser una excepción en este sentido, por mucho que algunas de nuestras entidades estén entre las más saneadas de Europa.

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