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Emilio J. González

Falsas expectativas

Con semejante panorama, es imposible que, por muy bien que pudieran ir las cosas en Francia y Alemania, la recuperación económica española esté a la vuelta de la esquina.

Lo de este Gobierno no tiene arreglo. Con tal de no tomar las medidas necesarias para superar la crisis y generar puestos de trabajo es capaz de cualquier cosa aunque, como siempre, diga lo que diga o haga lo que haga, a lo único que se dedica es a marear la perdiz mientras espera que las cosas se resuelvan por sí solas o venga alguien a sacarles las castañas del fuego. Antes esperaban que fuera Obama quien les resolviera la papeleta; ahora, en cambio, confían más bien en que serán Alemania y Francia, que parece que ya han tocado fondo en el desplome de sus respectivas economías, quienes van a tender el brazo, en forma de demanda de exportaciones, a nuestra más que dañada actividad productiva. Eso es lo que espera el Ejecutivo, según ha comentado al valorar el avance de los datos de contabilidad nacional del segundo trimestre que acaba de publicar el INE. Pero esto no es más que otro intento de crear falsas expectativas entre la población que exculpe al Gabinete de la irresponsable actitud que viene manifestando desde el comienzo de la crisis.

Es verdad que si Alemania y Francia entran ya en la senda de la recuperación, de alguna manera eso acabará por beneficiar a España, en forma de mayores exportaciones. El problema es que a las dos mayores economías de la Europa continental todavía les queda mucho camino por recorrer hasta que sus tasas de crecimiento económico alcancen la velocidad de crucero adecuada. Y es que de las crisis financieras no se sale así como así; las recuperaciones son bastante lentas porque, junto a la reactivación de la actividad productiva, el sector crediticio tiene que hacer un esfuerzo extraordinario de saneamiento y recomposición de sus balances antes de que el crédito vuelva a circular con el ritmo propio de las etapas de normalidad. Por si no bastara con ello, también hay que tener en cuenta que el BCE ha inyectado gigantescas cantidades de dinero en la economía de la UE con tal de evitar la quiebra generalizada del sistema financiero europeo y ese dinero hay que empezar a retirarlo en breve, lo que implicará menos disponibilidades de crédito y tipos de interés más altos que reducirán el paso de la recuperación económica. Ese mismo efecto va a tener la financiación de los enormes déficit presupuestarios y los ingentes volúmenes de deuda pública en que ha incurrido la UE para evitar el colapso financiero. Así es que confiarlo todo a la recuperación de Alemania y Francia, como hace nuestro Gobierno, es apostar por prolongar innecesariamente los graves males que afectan a la economía española, cuya solución está dentro de nuestras fronteras, no fuera de ellas.

Porque por muy bien que pudieran ir las cosas más allá de los Pirineos, aquí todavía tenemos muchas cosas que hacer. En primer lugar, resolver nuestro gran problema de dependencia energética del exterior, agudizado por la insensatez de un Zapatero empeñado en cerrar nuestras centrales nucleares sólo por razones ideológicas. Y es que en cuanto la economía mundial empiece de verdad a recobrar el pulso, el precio del petróleo va a volver a subir, amenazando con cortar de raíz la incipiente recuperación económica. No es que pretenda ser catastrofista, ni criticar al Gobierno por aquello de que sólo se es buen periodista cuando se está contra el Ejecutivo, no. Es que lo ha advertido la Agencia Internacional de la Energía la semana pasada, sin ir más lejos. Esto para el país de la UE con la mayor dependencia energética del exterior, o sea, el nuestro, es un verdadero desastre en todos los sentidos.

Además, por muy fuerte que pudiera llegar a ser el "tirón" del sector exterior, nunca será bastante para compensar todo lo que se ha destruido con el estallido de la burbuja inmobiliaria, entre otras cosas, la capacidad del sector de la construcción para ser uno de los motores del crecimiento económico. Aquí no tenemos sustituto porque carecemos de una industria de vanguardia pujante y nuestro sector servicios es poco competitivo de cara al exterior, excepto en el turismo y los servicios financieros. O sea, que apenas tenemos en qué apoyarnos para iniciar la recuperación y generar los millones de puestos de trabajo que se están destruyendo en esta crisis y, encima, nos complicamos más las cosas porque el Gobierno no quiere hacer las reformas estructurales que tiene que hacer. Así jamás se va a recuperar la demanda interna, y mucho menos, además, si las administraciones públicas no se aprietan el cinturón, porque los tan fuertes como innecesarios niveles de déficit presupuestario y de deuda pública en que está incurriendo nuestro país sólo porque Zapatero no hace más que tirar de chequera con tal de no perder popularidad ni terreno en las encuestas los vamos a pagar muy caro, en forma de impuestos más altos que van a frenar drásticamente el consumo y la inversión.

Con semejante panorama, es imposible que, por muy bien que pudieran ir las cosas en Francia y Alemania, la recuperación económica española esté a la vuelta de la esquina. Por eso, hacer como hace ahora el Gobierno, que lo fía todo a que las cosas mejoren al otro lado de los Pirineos, además de un grave error, es otro intento más de crear falsas expectativas de recuperación entre la población, un seguir mareando la perdiz con tal de no hacer lo que hay que hacer. La cuestión es cuántos se lo creen a estas alturas de la película.

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