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Emilio J. González

La advertencia de los mercados

La quiebra de España estaría asegurada. Eso es lo que temen los mercados; ése es el mensaje que envían a un Gobierno que sigue insistiendo en que aún tiene margen para gastar y endeudarse más, cuando éste desapareció hace tiempo.

Si Zapatero escuchara a alguien debería hacer caso del mensaje que están enviando los mercados acerca de su política económica, en forma de dudas crecientes sobre la capacidad de España para continuar en el euro. Lo que están diciendo ni es para tomárselo a broma ni para pasarlo alegremente por alto, porque las probabilidades cada vez mayores que asignan los mercados al hecho de que España pudiera tener que abandonar el euro podrían convertirse en una profecía autocumplida, como sucede en la economía con cierta frecuencia.

Los mercados ponen cada vez más en duda la capacidad de España para poder pagar su deuda exterior, como si de cualquier país latinoamericano populista se tratara. Ello se debe, por un lado, a que nuestra economía debe anualmente al exterior cerca del 10% del PIB, una situación que, por sí sola y con independencia de la actual crisis, ya supone un riesgo por sí misma. Pero es que la crisis, con las drásticas caídas que están experimentando el crecimiento y el empleo y las dudas acerca de una pronta recuperación complican aún más el panorama. Ambos elementos van inextricablemente asociados con una creciente incapacidad para pagar las deudas, tanto porque la actividad productiva no genera recursos suficientes como por el riesgo que supone para las entidades crediticias, las principales deudoras, el aumento de la morosidad, tanto el propio de la crisis en sí misma como el asociado al estallido de la burbuja inmobiliaria. Estos elementos, por sí solos, bastan para disparar las alarmas de los inversores internacionales, y más aún cuando, a diferencia de crisis anteriores, como la asiática de 1997 o la de la deuda latinoamericana de la década de los ochenta, son muchos los artículos sobre los problemas de España que aparecen en la prensa especializada y muchos los comentarios al respecto que vienen haciendo desde hace tiempo los organismos internacionales. A diferencia de las economías emergentes, aquí, como somos miembros de la Unión Europea y del euro, se sabe perfectamente lo que pasa y por qué. Por ello, los mercados están alerta.

A este cóctel explosivo todavía hay que añadirle un elemento más: la alocada política de gasto público de Zapatero. El presidente del Gobierno no sólo se cree que la caja del Estado es ilimitada, que si no hay recursos bastantes, éstos se obtienen en los mercados sin más problemas y que, además, puede gastar ingentes cantidades de dinero en lo primero que se le pase por la mente, porque basta con gastar en cualquier cosa, y cuanto más populista mejor, para superar la crisis. Craso error. Ni la caja del Estado es infinita, ni en los mercados hay recursos para financiar disparates, ni es nada fácil financiar un déficit público que este año se acercará al 10% del PIB, y menos aún cuando la crisis no permite generar bastante ahorro y muchos otros países desarrollados están compitiendo también por él para financiar los desequilibrios de sus cuenta públicas.

¿Qué puede ocurrir, entonces? Pues lo mismo que sucedió en el pasado con las economías asiáticas y latinoamericanas, o en España en 1994, y es que los inversores sean conscientes de que nuestra realidad financiera es insostenible y empiecen a vender títulos españoles en masa, hundiendo los precios de la deuda y provocando, con ello, drásticas y rápidas subidas de interés que agravarían y prolongarían todavía más la crisis. Pero como formamos parte del euro y somos una de las cuatro grandes economías de la Unión Monetaria Europea, esto tendría consecuencias también para la moneda europea y su credibilidad. En este caso, los demás miembros se enfrentarían a la disyuntiva de o bien tener que aprobar una operación de rescate para España, lo que, aparte de otras consideraciones, sería toda una vergüenza para nuestro país; o bien echarnos del euro. Zapatero está intentando que los demás, incluido el BCE, nos ayuden, pero sin éxito. Aquí nadie está por la labor y todo el mundo ya tiene bastante con sus propios problemas relacionados con la crisis financiera como para acudir a salvar a un país que él mismo se ha creado sus propios problemas por dejar que se hinche hasta límites imposibles la burbuja inmobiliaria y por haber dejado de hacer sus deberes económicos en forma de reformas estructurales, a lo largo de los últimos años, esencialmente los de ZP. En estas circunstancias, lo normal, entonces y por desgracia, sería que nos enviran de una patada a la segunda división europea forzando la salida de España del euro para que la divisa europea no sufra las consecuencias de nuestros males particulares. Entonces, la quiebra de España estaría asegurada. Eso es lo que temen los mercados; ése es el mensaje que envían a un Gobierno que sigue insistiendo en que aún tiene margen para gastar y endeudarse más, cuando éste desapareció hace tiempo. Ahora lo que hace falta es justo lo contrario, esto es, empezar a restaurar la estabilidad financiera lo antes posible para evitarnos la que se nos puede venir encima y para superar la crisis. Los mercados están avisando, y lo están haciendo alto y claro.

En Libre Mercado

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