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Emilio J. González

La cruda realidad

Los argentinos, o al menos algunos de sus políticos, empiezan a descubrir que no hay recetas mágicas ni líderes mesiánicos que los saquen de la grave crisis económica en que llevan inmersos más de tres largos años y que el único camino válido es el de la seriedad y la ortodoxia. De esta forma, en pocas semanas han pasado del populismo exacerbado de Adolfo Rodríguez Saá y los primeros días de Eduardo Duhalde a la reflexión; a ser conscientes de la crudeza de la realidad que deben afrontar.

Esa consciencia ha provocado un cambio en el rumbo de las medidas de política económica que va a aplicar el Gobierno, aunque todavía tiene que materializarse. Pero el viraje ya empieza a estar ahí. De momento, el Ejecutivo empieza a aceptar la necesidad de pesificar no sólo los depósitos bancarios sino también los créditos. En caso contrario, el sistema financiero iría de cabeza a la quiebra y la recuperación económica de Argentina sería imposible.

Otro síntoma de cambio es el impuesto sobre las exportaciones de petróleo. El Gobierno insiste en su creación. Sin embargo, después de las presiones de las compañías petroleras que explotan los yacimientos argentinos, va a recoger velas parcialmente y en lugar de aplicar una tasa del cincuenta por ciento, como era su intención inicial, es posible que apruebe un impuesto del veinte por ciento, mucho menos dañino para unas empresas que ya habían adelantado en 2001 tres años del impuesto de sociedades.

El Gobierno también está pensando en una reforma monetaria seria, una vez que ha decidido abandonar la tan perniciosa convertibilidad con el dólar. De momento, no sabe muy bien qué camino seguir, excepto que el banco central argentino tiene que ser fuerte y creíble y su política monetaria sensata como ninguna para evitar el peligro de la inflación. Pero el Ejecutivo ha decidido llamar para asesorarle al autor de la reforma monetaria de Brasil, que tanto éxito ha tenido en acabar con la inflación y permitir una reducción de los tipos de interés gracias a la creación del real y de unas instituciones monetarias serias y a la fijación de partida de un tipo de cambio sensato para dejarlo flotar con posterioridad.

Por supuesto, todo esto por sí solo no resuelve los problemas argentinos. Estas medidas son únicamente una parte de todo lo que debe hacer el Ejecutivo, siempre y cuando los demás políticos peronistas, los gobernadores provinciales o la oposición no se enzarcen en nuevas batallas por el poder que cercenen de raíz cualquier atisbo de estabilidad y recuperación.


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