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Emilio J. González

La cultura del todo vale

¿Son las “stock options” un sistema adecuado para la retribución de los directivos? Por supuesto, todo depende del uso que se haga tanto de ellas como de los poderes de gestión de una empresa. Las opciones sobre acciones se incorporaron a la retribución de los ejecutivos como forma de vincular su sueldo con los resultados de la empresa, es decir, de su gestión. Cuanto más dinero ganase la compañía, más subirían sus acciones y, por tanto, más incentivos tendrían los directivos para hacer mejor un trabajo que, en circunstancias normales, beneficiaría a todos los accionistas de la sociedad mediante la creación de valor para ellos. El sistema, por tanto, estaba bien pensado. Lo malo es que las cosas, por lo general, suelen tener dos caras y la cruz en este caso ha sido que las “stock options” crearon incentivos para que los directivos hincharan de forma artificial la cuenta de resultados de su empresa y el valor de sus acciones.

Este último aspecto se ha manifestado en Estados Unidos con un crecimiento de los beneficios muy por encima del PIB nominal, algo posible para una empresa individual pero no para el conjunto de ellas si no es porque ese incremento es mera ficción, fruto de apuntes contables que no reflejan la realidad de las compañías. Por eso quebró Enron, por eso se han desplomado las Bolsas en los últimos meses.

Ese tipo de conductas, sin embargo, no son propias exclusivamente de Estados Unidos. En España también tenemos lo nuestro con nombre y apellido, Juan Villalonga, el ex presidente de Telefónica, ahora investigado por el juez Garzón y por la Fiscalía Anticorrupción, entre otras cosas por haber hinchado artificial y presuntamente los beneficios de la operadora para que las acciones siguieran subiendo y, de esta forma, aumentar su valor. Este tipo de conductas han hecho mucho daño a las empresas que lo han sufrido, entre ella una Telefónica que tenía su acción a 30 euros a finales de 1999 y ahora está cerca de los 9 euros. Más de un accionista se sentirá estafado, como es lógico, y no por culpa del actual presidente de la compañía, César Alierta, que lo está haciendo bastante bien en medio de la larga y profunda crisis que azota al sector en todo el mundo y de los problemas de Argentina y Brasil, sino por culpa de un Villalonga instalado en la cultura empresarial de finales de los noventa, según la cual todo valía con tal de crecer y generar valor. Eso era una ficción que ha perjudicado a muchos ahorradores y así lo castigan los mercado y, quién sabe, puede que también los jueces.

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