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Emilio J. González

La foto de Zapatero

José Luis Rodríguez Zapatero ya tiene una de las fotografías que buscaba en esta legislatura. Es la imagen en la que aparece el presidente del Gobierno al lado de los agentes sociales, en la firma el jueves de la Declaración de Intenciones sobre lo que se pretende alcanzar en esta legislatura en materia de empleo. Pero de las intenciones a su concreción en acuerdos reales y factibles, en medidas legislativas, hay un trecho muy largo, de tanta longitud como el que suele mediar entre el dicho y el hecho. Ese camino todavía tiene que recorrerse y, por ahora, no hay un proyecto de trazado para el mismo.
 
Zapatero se congratuló el jueves de que con la firma del documento entre el Gobierno y los agentes sociales se restauraba el diálogo social, uno de los objetivos declarados del Ejecutivo socialista. Pero una cosa es que todos los firmantes se sienten en la mesa a hablar de cómo resolver los problemas actuales del mercado de trabajo y otra muy distinta que el diálogo en sí mismo sea la panacea para solucionar las muchas y muy importantes cuestiones pendientes en esta materia.
 
El diálogo, no cabe duda, tiene una ventaja sobre su inexistencia. Muchas medidas de política económica pueden resultar inútiles, por muy acertadas que sean y muy bien concebidas que estén, si la sociedad las rechaza. Esa negativa social en la mayoría de los casos viene alimentada por el rechazo de los sindicatos y su impacto sobre la opinión pública. Por ello, cuando hay que llevar a cabo reformas importantes, es mucho mejor sentarse a hablar entre todos los implicados y llegar a un acuerdo. Así lo hizo el PP en la reforma laboral de 1997, que fue un éxito completo en términos de creación de empleo y reducción del paro. Pero el diálogo no es más que un medio para que las cosas puedan salir bien, no la garantía de que, en efecto, vaya a ser así.
 
Resolver los problemas pendientes del mercado laboral requiere, por tanto, sumar al diálogo social un conjunto de propuestas sobre lo que se pretende hacer. Sin embargo, el Ejecutivo todavía no ha puesto nada al respecto encima de la mesa. Las declaraciones de intenciones están bien y probablemente las suscribimos todos, pero ahora hay que contestar a la pregunta de cómo se consigue aquello que pretenden los firmantes. Y aquí reina el silencio, existe un papel en blanco sobre el que escribir pero el Gobierno todavía no ha cogido la pluma.
 
La cuestión tiene mucha más importancia de lo que parece. El modelo de crecimiento económico y creación de empleo que puso en marcha el Partido Popular en las dos últimas legislaturas está a punto de agotarse. Sin un sustituto, será difícil conseguir nuevos avances en materia de empleo, avances que requieren de más crecimiento económico y de nuevas acciones que derriben las barreras que todavía existen en el mercado laboral e impiden alcanzar el pleno empleo. Y lo que queda por hacer es, precisamente, lo más difícil en términos políticos pero lo más necesario y eficiente a medio plazo para que en España el paro se convierta en un mal recuerdo del pasado.
 
Esta semana, la OCDE, en su informe ‘Perspectivas del empleo’, ha señalado el camino a seguir: reducir el coste del despido y, simultáneamente, reformar el Inem para impulsar la búsqueda activa de empleo. Esto último quiso hacerlo el PP con el ‘decretazo’ y luego, después de la huelga general que le convocaron los sindicatos, dio marcha atrás en sus intenciones, pese a que la huelga fue un fracaso relativo. El Gobierno de Zapatero debería retomar esta cuestión porque es la única vía que conduce al éxito. Si lo logra a través del diálogo, perfecto. En caso contrario, tendrá que plantearse sacar adelante esta reforma por su cuenta y riesgo si de verdad quiere darle continuidad a la creación de empleo y la reforma del paro.
 
La cuestión que se le plantea a Zapatero es conseguir hacer lo que hay que hacer con la aquiescencia de los agentes sociales. Si lo logra, obtendrá un gran éxito político, económico y social. Si no consigue convencer a los representantes de los sindicatos y los empresarios de transitar por esa vía y lo sacrifica todo al diálogo, podrá conservar la foto, pero podría tener que acabar colocándola en el álbum de recuerdos en vez de colgarla en su despacho presidencial.

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