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Emilio J. González

La guerra del acero

La decisión del presidente Bush de imponer un arancel del 30% a las importaciones estadounidenses de acero es una enorme equivocación que se suma a todo el cúmulo de errores que se están encadenando en todo este asunto.

La siderurgia norteamericana está tocada y no puede hacer frente a la competencia exterior, en parte porque todavía no ha afrontado una reestructuración que lleva mucho tiempo pendiente. Pero en la falta de competitividad de las acerías estadounidenses hay también un problema de política económica que nació con la Administración Clinton y siguió con Bush. Este problema es la política del dólar fuerte que está arruinando la capacidad de competir de la industria de EEUU en general. Los empresarios se han quejado en bastantes ocasiones por ello, puesto que tienen que competir en su propio mercado con productos importados que resultan más baratos simplemente por el juego de los tipos de cambio entre divisas. Por ello, lo que tendría que haber hecho Bush es cambiar de estrategia, no imponer aranceles.

Luego hay un factor externo, el "dumping" que lleva realizando Corea del Sur desde hace dos años, inundando los mercados mundiales de acero que vende en muchos casos a pérdida. Es la misma estrategia que siguió en la década de los ochenta con los astilleros y en la de los noventa con los automóviles, los microchips y la electrónica de consumo. EEUU se ha quejado de ello en repetidas ocasiones ante la OCDE y ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), pero Corea ha seguido en sus trece y en los últimos meses se le ha sumado también un Japón que trata de resucitar su vieja táctica de superar sus crisis económicas a base de exportar masivamente a todo el mundo tirando los precios.

En este sentido, EEUU tiene razón al tomar medidas; lo malo es que ha adoptado las equivocadas y ha hecho pagar a justos por pecadores cuando podría haber obrado de otra manera. Capacidad para ello no le falta, puesto que se trata de la primera potencia económica, política y militar del mundo, a mucha distancia del resto de países, por muy avanzados que puedan estar éstos.

La "guerra del acero" ha puesto también de manifiesto la inutilidad de organismos como la OMC tal y como están concebidos actualmente. La OMC es el árbitro que debe velar por el cumplimiento de las reglas de juego en el comercio internacional y a ella, por tanto, debería haber acudido Estados Unidos. Pero claro, con una Corea que no atiende a razones, y con unos procesos como los de la OMC que tardan años en resolverse, como si fuera la Justicia española, se corría el peligro de que, al llegar la solución, ya no hubiera acerías en EEUU. Esto debería servir de elemento de reflexión para reformar la OMC y sus mecanismos, de forma que sean rápidos y eficientes. En caso contrario, lo del acero puede terminar siendo el primer capítulo de un nuevo resurgir del proteccionismo.

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