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Emilio J. González

La inflación abofetea a Duisenberg

¿Qué va a hacer ahora el Banco Central Europeo? Hace un mes, Wim Duisenberg cometió el error de sucumbir a la presión política y recortó los tipos de interés en un cuarto de punto, para dejarlos en el 4,5%, justo un día antes de que se conociera un revés inesperado en la inflación de la zona del euro en abril. Ahora ya están apareciendo los datos correspondientes a marzo y las cosas van a peor. En Francia, el IPC ya está en el 2,3%; en Alemania, se encuentra en el 3,5%; en España, el Ministerio de Economía ha calculado un incremento de hasta el 4,2%. Pintan bastos para la estabilidad de precios.

La culpa de todo esto es evidente. El precio del crudo, que ronda los 30 dólares por barril, está muy por encima de lo que se preveía a principios de año y, lo que es peor, las compañías petroleras, que hasta ahora habían aguantado el tirón mal que bien, ya no pueden más y están subiendo los precios de las gasolinas. A eso se une el encarecimiento de los alimentos como consecuencia de las vacas locas y la fiebre aftosa y el cuadro inflacionista europeo está completo a falta de un elemento, el más importante de todos. Éste es, ni más ni menos, la política monetaria del BCE.

Ya no es que los tipos de interés estén muy por debajo del nivel que le convendría a España; es que las rebajas del precio oficial del dinero efectuadas en el pasado por razones políticas se reflejan en el presente en forma de repunte de la inflación. Con ello, el banco ha perdido bastante credibilidad, por lo que los mercados ya están descontando un IPC más elevado que ese 2% que figura como objetivo de Duisenberg para el conjunto de la zona del euro. Prueba de ello es la subida de los tipos de interés del bono a diez años, para que los inversores se protejan del previsible deterioro del valor del dinero, por no hablar de un euro que si no sigue su carrera hacia el mínimo histórico es porque el BCE está interviniendo en el mercado en su favor, según apuntan los rumores.

¿Qué va a hacer ahora Duisenberg? El “holandés errante” bajó tipos para estimular el crecimiento, cuando el mandato que el Tratado de Maastricht le da al BCE es, ante todo, velar por la estabilidad de precios, y ese mandamiento se ha incumplido abiertamente. Duisenberg, por tanto, se enfrenta ahora a la disyuntiva de no tocar el precio oficial del dinero, y dejar que la inflación y la credibilidad del BCE y del euro se deterioren todavía más, o hacer lo que tiene que hacer, esto es, subir los tipos, aunque eso suponga un freno al crecimiento económico. Pero si Duisenberg hubiera sido ortodoxo desde el principio, ahora no estaríamos en éstas. Y es que al final, el manejo de la política monetaria para estimular la actividad productiva es un error: alimenta la inflación y, a medio plazo, reduce el crecimiento, o sea, las ganancias a corto son menores que las pérdidas a largo. ¿Cuándo van a aprender de una vez por todas esta lección en el BCE, con la de tiempo que hace que se sabe cómo funcionan las cosas?

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