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Emilio J. González

Las obsesiones de Zapatero

ZP quiere más Estado, más intervención pública, y no va a parar hasta que lo consiga. El presidente quiere una economía que dependa del Gobierno, incluso en materia laboral a través de los sindicatos, y va a hacer todo lo posible para conseguirlo.

Nos guste o no nos guste, todo apunta a que, en breve, este Gobierno nos va a subir los impuestos. Son ya muchos los mensajes en este sentido que está enviando el Ejecutivo, y el más claro de todos es el de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, quien acaba de decir que se van a revisar todos los tributos, que es una forma más elegante de decir lo mismo, esto es, que Zapatero y los suyos nos van a meter la mano en la cartera a los ciudadanos. Aquello que sonaba tan bien de que bajar impuestos es de izquierdas ha pasado a la historia, porque ahora lo que es de izquierdas es otra cosa, sobre todo políticas costosas a las que ZP no quiere renunciar bajo ningún concepto y que vamos a pagar entre todos. Este es el verdadero quid de la cuestión.

El Gobierno no hace más que hablar y hablar de subir la presión fiscal, pero ¿alguien ha escuchado alguna palabra acerca de reestructurar y reducir el gasto público? Nadie, porque ese gasto se ha disparado no sólo porque en este país la política económica se diseñe a golpe de ocurrencia, sino porque detrás de todos esos elementos de gasto, de una u otra forma subyacen los verdaderos principios y las obsesiones de Zapatero. El presidente sigue apostando por más intervención y menos mercado, por ejemplo en las ingentes cantidades de dinero que se están enterrando en ayudar al sector financiero, en especial a las cajas de ahorros. Y eso cuesta dinero. Sin embargo, Zapatero no está dispuesto a renunciar a su forma de ver y de hacer las cosas. Zapatero quiere resolver todos los problemas a golpe de intervención, y de talonario, porque sigue pensando que eso es lo que tiene que hacer, como buen socialista que es, con independencia de si es lo mejor o no para la economía y la grave crisis que padece.

Lo mismo cabe decir de la financiación autonómica. Al presidente se le metió en la cabeza que él iba a ser quien resolviera el problema catalán y ahora lo vamos a pagar muy caro, en forma de un nuevo sistema de financiación autonómica por el cual se van a transferir a los gobiernos regionales 9.000 millones de euros adicionales. A esos gobiernos regionales que son verdaderas máquinas de gastar en cosas innecesarias en vez de dedicar sus recursos a lo que deberían, por ejemplo, a inversiones en infraestructuras o a mejorar la sanidad pública y la educación. Esos recursos estarían mucho mejor en las arcas de Hacienda para evitar tener que subir los impuestos a los ciudadanos y, de esta forma, contribuir a solucionar cuanto antes la crisis y a generar puestos de trabajo. Lo último que necesitamos ahora es más Estado y menos mercado, sobre todo si, además, hay que subir los impuestos, porque eso va a prolongar innecesariamente los dolores de la crisis. Si las Administraciones Públicas ya se están llevando el crédito disponible para financiarse, ¿cómo piensa el Ejecutivo que se va a recuperar la inversión? Si, además, ahora reducen la renta de los ciudadanos con más impuestos, ¿cómo cree que se va a relanzar el consumo?

A Zapatero, sin embargo, esto, en el fondo, le importa muy poco porque su verdadera prioridad, además de tratar de ganar las próximas elecciones generales como sea, es la política, no la economía, y a la política lo sacrifica todo, incluso la salida de la crisis. ZP quiere una España federal y está dispuesto a vaciar al Estado con tal de conseguirlo, pese a que ni este es el momento más adecuado para ello, ni transferir más dinero a estas autonomías que se comportan como se comportan sea lo más lógico y eficiente. ZP quiere más Estado, más intervención pública, y no va a parar hasta que lo consiga, sea cual sea el precio a pagar. El presidente quiere una economía que dependa del Gobierno, incluso en materia laboral a través de los sindicatos, y va a hacer todo lo posible para conseguirlo, aunque para ello tenga que drenar todos los recursos de que disponen o puedan disponer las empresas y las familias a base de más presión fiscal y de seguir absorbiendo todos los recursos del país para financiar el creciente endeudamiento público resultado, en gran medida, de su forma de ver y entender la crisis, en la que sus obsesiones personales juegan un papel muy destacado.

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