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Emilio J. González

Lecciones imprescindibles

De todas las crisis se pueden extraer lecciones y el feo asunto de Gescartera proporciona algunas sumamente interesantes. Por supuesto, este caso es un nuevo recordatorio para los inversores particulares de que nunca deben confiarse ni bajar la guardia en todo lo que se refiere a la colocación de su dinero y a quien se lo gestiona. Pero se puede ir más allá. Por ejemplo, en lo que se refiere a colectivos públicos, semipúblicos o privados.

En Gescartera tenían dinero la Once, Manos Unidas, la Asociación Pro Huérfanos de la Guardia Civil o la mutualidad de la Policía. A veces, y no quiere decir que éste haya sido el caso, este tipo de instituciones tapan escándalos de este tipo que puedan afectar a su buena imagen, independientemente de que, con carácter interno, pidan cuentas a los responsables de esos fondos dentro de la organización. Otras veces, esos mismos responsables tratan de echar tierra sobre el asunto porque el cargo les va en ello. Y de eso se aprovechan los desaprensivos que reciben el dinero en deposito.

El problema, sin embargo, no está en quienes se comportan como Gescartera, sino en las propias organizaciones que confían la gestión de sus dineros a terceros. Son ellas las que deben establecer controles internos con el fin de no verse atrapadas en casos como el que ahora ocupa los titulares y las primeras páginas de los periódicos.

La experiencia de Gescartera debe servir también como aviso para navegantes de cara al futuro, más concretamente en lo que se refiere a los planes de pensiones colectivos. El Gobierno trata de promover esta figura en las empresas, de forma que se sustituya una parte de la subida salarial por aportaciones de la propia compañía a planes de pensiones de empresa. La idea, en principio, no está mal puesto que abre las puertas a la introducción del modelo de capitalización en el sistema de pensiones y constituye una ayuda inapreciable para que, en el momento de la jubilación, todos los ciudadanos puedan contar con una buena pensión, con independencia de las circunstancias demográficas o de la coyuntura laboral.

Esos planes estarán administrados por gestoras, como la propia Gescartera, por lo que resulta imprescindible extremar los controles sobre las inversiones y el destino del dinero, con el fin de evitar todo tipo de tentaciones, como acuerdos para obtener financiación privilegiada por parte de la entidad financiera a la que se confíe la gestión del plan. Se está hablando de una parte de los salarios de los trabajadores que irá a financiar su retiro y con eso no se juega. Claro que, lo mejor para evitar esto sería que cada trabajador pudiera elegir el plan individual de pensiones en el que la empresa depositara ese dinero.

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