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Emilio J. González

Los desafíos de Rosell

Rosell no va a tener una presidencia fácil, al menos en los primeros meses, porque enfrente tiene a un Gobierno enemigo de la empresa que no dudará en golpearla con dureza si así lo cree conveniente.

En política, cuando un partido gana las elecciones y forma gobierno, suele concedérsele cien días de gracia antes de empezar a criticarle, teniendo en cuenta que quienes formen parte del Ejecutivo suelen ser nuevos en esas lides. Pero también se escruta con minuciosidad los primeros movimientos y las primeras declaraciones de quien está a su frente porque resultan muy indicativas de cuál va a ser su política a seguir. Para una organización como la CEOE, ese mismo principio podría resultar igualmente válido si no fuera porque su nuevo presidente, Joan Rosell –lo mismo que su rival en la carrera por la jefatura de la patronal, Santiago Herrero–, ya cuenta con un amplio historial en esto de la representación de los empresarios. De ahí que Rosell deba dejar sentados desde el comienzo algunos principios fundamentales acerca de lo que cabe esperar de su mandato.

Lo primero que tiene que dejar claro Rosell es la independencia de la CEOE en relación con el Gobierno. No hay que olvidar que ha derrotado al presidente de la patronal andaluza, entre otras cosas porque este último era visto como una persona demasiado próxima a los socialistas, que llevan décadas intentando hacerse con el control de la organización empresarial, y lo último que quieren los empresarios es que su asociación acabe por convertirse en un apéndice más de los muchos que ya maneja el PSOE para hacer su política y acallar las críticas a su gestión. Un punto, éste, de suma importancia en unos momentos en los que los empresarios muestran públicamente su descontento con el desastre económico creado por Zapatero y piden abiertamente una reforma laboral en condiciones, una bajada de las cotizaciones sociales en toda regla y, sobre todo, un cambio institucional, incluyendo una nueva ley electoral que acabe con el excesivo poder que ejercen los partidos nacionalistas cada vez que quien gana las generales lo hace sin mayoría absoluta.

Rosell, en este sentido, tiene ante sí un segundo gran desafío. La CEOE, históricamente, ha sido contraria a todo cuanto suponga la ruptura de la unidad de mercado en España y, hoy por hoy, los mayores problemas al respecto proceden de Cataluña, la región natal de Rosell. El nuevo presidente de la patronal, por tanto, tendrá que dejar muy clara su postura al respecto desde el principio porque ahora ya no vale lo de soltar un discurso en Madrid y pronunciar en Barcelona el contrario. Rosell estuvo en la manifestación a favor del Estatut, que es uno de los principales elementos que está rompiendo España, mientras que la CEOE, como organización, está en contra de él. Por ello, Rosell debe ser muy claro al respecto, y desde el primer día, porque si su estrategia es la de tratar de aproximar posiciones irreconciliables, se va a equivocar de lleno y va a hacer mucho daño a la patronal. Le guste o no a algunos, aquí no valen medias tintas, sino que se precisan pronunciamientos claros y sin ambigüedades porque todo lo demás no es que no sirva; es que conduce al desastre.

Desde esta misma perspectiva, Rosell tiene un tercer desafío, que es la recuperación del maltrecho prestigio de la CEOE a causa de los problemas empresariales de su anterior presidente, Gerardo Díaz Ferrán. Esa recuperación, hoy por hoy, resulta del todo punto necesaria para que la patronal pueda tener voz propia y con peso en los importantes debates y acontecimientos económicos y sociales que están teniendo lugar en nuestro país. La organización empresarial puede y debe tener mucho que decir en la reforma de las pensiones, en la política de reducción del déficit, en la estrategia de lucha contra el paro y en todos aquellos aspectos que afectan, directa o indirectamente, a la empresa española. Hasta ahora, el Gobierno ha tendido a ningunearla, en parte por razones ideológicas, en parte por los acontecimientos que han marcado los últimos meses en la patronal, que la han dejado en una situación de relativa debilidad. Rosell tiene que conseguir que la CEOE recupere todo el protagonismo que debe tener en asuntos tan transcendentales para el futuro económico de nuestro país, que es también el de sus empresas.

En este mismo sentido, Rosell tiene que luchar por la recuperación de la imagen y del papel del empresario en nuestra sociedad, lo cual no va a ser fácil después de tanto tiempo de denostar a quien, asumiendo los riesgos que asume, es quien crea empleo y riqueza en nuestro país. El empresario hoy se encuentra más sólo que nunca. El zapaterismo lo ataca por razones ideológicas hasta el punto de demonizarle en cualquier ámbito en el que puede, empezando por el de la educación, lo cual es un error porque sólo potenciando el papel de las empresas y los empresarios podremos salir de verdad de la crisis y volver a crear todos los puestos de trabajo que ha destruido la misma.

Rosell, por tanto, no va a tener una presidencia fácil, al menos en los primeros meses, porque enfrente tiene a un Gobierno enemigo de la empresa que no dudará en golpearla con dureza si así lo cree conveniente para tratar de acercarse nuevamente a unos sindicatos a los que ha apoyado siempre y de forma sistemática en contra de los empresarios. Lo que diga y haga en estas primeras semanas el nuevo presidente de la CEOE va a resultar, por tanto, fundamental para calibrar qué es lo que se puede esperar de él. Esperemos que opte por el camino correcto porque lo que hay en juego es mucho y muy importante.

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