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Emilio J. González

Los intereses USA

Si alguien esperaba que después de la reunión del G-7, el grupo de los siete países más industrializados del mundo, el pasado fin de semana en Boca Ratón (Florida), fuese a cambiar el curso de los acontecimientos actuales en los mercados de divisas, es que no entiende las razones de fondo que explican la caída del dólar frente al euro.
 
El comunicado de la reunión se ha limitado a decir que no es deseable una volatilidad tan elevada como la que reina hoy en día en el tipo de cambio de ambas divisas. Es lógico, puesto que las depreciaciones de la rapidez de la que ha tenido lugar con el billete verde frente a la moneda europea pueden dañar a quien ve su unidad de cuenta revalorizada drásticamente en un espacio corto de tiempo. Pero no hubo un compromiso como el de la década de los ochenta, plasmado en los acuerdos del Plaza, el hotel parisino donde se celebró la reunión, para, entre todos, poner orden en el convulso mercado de divisas.
 
La debilidad del dólar, por supuesto, está muy relacionada con el déficit gemelo estadounidense, esto es, el desequilibrio presupuestario y el agujero comercial. El segundo, sobre todo, necesita la depreciación de la moneda para cerrarse, que es lo que está ocurriendo actualmente. Pero, además de las razones económicas, la política tiene mucho que ver con todo lo que está pasando.
 
La llegada de John Snow a la Secretaría del Tesoro, en sustitución de Paul O’Neill, supuso un cambio radical en la política del dólar de la Administración Bush. Entonces se abandonó la estrategia de una moneda fuerte para pasar a una débil, la opción defendida por Snow, muy sensible a los argumentos de la industria estadounidense que había visto como la sobrevaloración de su moneda socavó sus ventas y se cebó en sus cuentas de resultados. Hoy el sector manufacturero está recuperándose gracias al nuevo escenario de tipos de cambio y Snow, por tanto, no va a cambiar las cosas ahora.
 
El dólar es, asimismo, uno de los instrumentos fundamentales de la diplomacia estadounidense. El Gobierno suele manejar su tipo de cambio en función de sus intereses estratégicos y hoy lo está haciendo, permitiendo su desplome, para forzar a Japón y, sobre todo, China a revaluar sus monedas para que su tipo de cambio se corresponda con la realidad de sus economías, algo a lo que ambos países se niegan porque uno de los pilares fundamentales de su estrategia económica es la exportación a precios artificialmente bajos por el juego de los tipos de cambio.
 
Con este telón de fondo, era imposible que de la reunión del G-7 saliera un acuerdo firme y determinante para frenar la caída del dólar. A la Unión Europea le interesaba, a Japón también, pero a Estados Unidos no. Al final, eso es lo que cuenta.

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