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Emilio J. González

Luz y taquígrafos

El asunto de las cuentas secretas del BBVA empieza a convertirse en algo bastante serio que exige, desde luego, luz y taquígrafos por el bien de la credibilidad del sistema financiero español y por la lógica necesidad de defender los intereses de los accionistas.

Acaba de saberse que el banco no sólo tenía una cuenta secreta en las Islas Jersey sino también otra en Liechtenstein, algo que no se conocía hasta que se regularizó la situación con la llegada de Francisco González a la copresidencia del banco. Y aunque González no tiene nada que ver con un asunto que se fraguó diez años antes, debería aclarar las cosas rápidamente porque está en juego el buen nombre de la institución que ahora preside en solitario.

La cuestión es importante porque, de momento, acaba de saberse que el banco utilizó esas cuentas para financiar la campaña electoral del presidente de Venezuela, Hugo Chávez y varias operaciones en México. Esas no son formas de entrar en ningún país, ni mucho menos de defender los intereses de la entidad en el mismo, porque ahora eso puede volverse en su contra. Los venezolanos, por ejemplo, pueden acordarse en un momento determinado de ello; en el resto de Latinoamérica el asunto se puede poner como ejemplo de la forma en que actúan las empresas y los bancos españoles en el continente y crearles muchos problemas.

Esto ya es de por sí grave pero las cosas pueden ir a peor. Se sospecha que con esas cuentas se podría haber pagado a ETA el impuesto revolucionario y haber financiado a un partido político. Eso son cosas que no se pueden tomar a broma, y como no se pueden pasar por alto así como así, la SEC, el equivalente estadounidense de nuestra CNMV, está estudiando abrir un expediente al BBVA, que cotiza en la Bolsa de Nueva York, y podría dar traslado del mismo al FBI. Eso ya son palabras mayores, sobre todo en unos momentos en que el mundo avanzado en general, y Estados Unidos en particular, se esfuerzan para cerrar las fuentes de financiación al terrorismo internacional.

Por todo ello, González debe empezar a dar explicaciones, y claras, de todo lo relativo a esas cuentas, caiga quien caiga, porque cualquier atisbo de sospecha que pudiera quedar sobre el banco, bien por unas explicaciones insuficientes, bien por no darlas, causaría un grave daño a la entidad. Y estamos hablando no sólo del segundo banco español sino de uno de los más grandes de la Unión Europea y con fuerte presencia en una Latinoamérica que, con casos como este, mira con mucho recelo a la inversión española.

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