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Emilio J. González

¿Nuclear? Tal vez

La planificación económica tiene muchos problemas. Que se lo pregunten si no a los países comunistas, cuyo fracaso en términos económicos fue tan importante como en términos políticos. En los países occidentales en los que se han ensayado modelos de planificación, tampoco han tenido mucho éxito y todos ellos, en mayor o menor grado, se hayan embarcados ahora en políticas de liberalización y desregulación para tratar de arreglar las cosas. Y es que los funcionarios son incapaces de prever los derroteros por los que discurrirá la actividad productiva en el futuro, mientras las reglamentaciones anulan las dosis de flexibilidad necesarias para adaptarse a las nuevas circunstancias que siempre se producen.

Un ejemplo muy claro de esta problemática se vive estos días en el sector eléctrico europeo y español. Los planificadores fueron incapaces de estimar las necesidades futuras y el sector, en consecuencia, no se adaptó a la demanda creciente de energía, propia de las mejoras en el grado de desarrollo técnico y económico. En consecuencia, la Unión Europea en su conjunto puede padecer en los próximos años un problema de escasez de abastecimiento de electricidad, bien por falta de instalaciones, bien porque la subida del precio del petróleo y del gas natural supone un problema económico. Por ello, la comisaria europea de Energía, Loyola de Palacio, ha relanzado el debate sobre la necesidad de contar con la energía nuclear en la UE cuando muchos países, por la presión de la izquierda o de los verdes, decidieron en su momento no desarrollarla más o, simplemente, pararla.

En España, el presidente de Repsol YPF, Alfonso Cortina, acaba de plantear la cuestión, y con razón. El parón nuclear decretado por los socialistas no vino acompañado de las necesarias inversiones y ahora nos enfrentamos a un posible riesgo de apagones, este verano con carácter local y, en un futuro no muy lejano, con carácter general. Se pensó que las energías alternativas sería la solución, pero los molinos eólicos no bastan y el gas natural ha visto como su precio se disparaba en los dos últimos años, lo que crea un problema económico a la hora de invertir en centrales de este tipo. En lo demás, seguimos dependiendo del agua, o sea, de la lluvia; si este año hubiera habido sequía, lo habríamos pasado mal. ¿Qué opciones quedan? Quizá la nuclear no sea la única alternativa posible pero, dadas las circunstancias, convendría reconsiderar esta cuestión, a pesar del rechazo social que suscitan las centrales.

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