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Emilio J. González

Palabrería laboral

Este Ejecutivo no se atreve a hacer nada en esta materia sin haber pactado previamente con los sindicatos, por el temor que le domina acerca de una repetición en España de las protestas en Francia contra el contrato de primer empleo.

El Gobierno ha empezado a difundir mensajes acerca de la proximidad de un acuerdo para emprender una nueva reforma laboral. Todos los que nos preocupamos por la marcha de la economía y de la continuación del proceso de creación de empleo sin duda saludaríamos dicho acuerdo, aunque fuera de mínimos, siempre y cuando marchase en la buena dirección. Por desgracia, lo que dice el Ejecutivo no parece ser nada más que palabras sin un contenido real que desmienten una y otra vez las partes que se sientan en la mesa de negociaciones.

Al Gobierno ahora parece que le han entrado las prisas por conseguir un acuerdo, sea éste el que sea. La pérdida de competitividad de la economía española no se ha detenido, el creciente déficit de la balanza de pagos es una denuncia constante de que no se está haciendo nada en materia de política económica y los reveses que sufre una y otra vez en el caso de Endesa y las opas que pesan sobre ella, un lío que se ha creado el Ejecutivo por sí mismo y sin venir a cuento, le está costando un enorme descrédito. Después de todos estos fracasos cosechados en el terreno económico, el Gabinete necesita con urgencia hacer algo, conseguir algo, o dar la sensación de que lo hace. Y el ámbito elegido para hacer esa demostración de supuesta eficacia no es otro que el de la reforma laboral. Ésta es necesaria para continuar creando puestos de trabajo en España y aumentar su calidad mediante la reducción de la temporalidad en el empleo. Pero este es un asunto que se lleva negociando desde hace dos años sin que se haya producido avance alguno, a pesar de las grandes intenciones sobre sus objetivos que manifiesta el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, siempre que le ponen un micrófono delante para hablar en público.

Hoy el Ejecutivo dice que se está muy cerca de un acuerdo, pero los sindicatos hablan de todo lo contrario y cuando se les pregunta por las cosas que el Gobierno dice proponer, como la transformación de los contratos temporales en fijos a los dos años, las centrales sindicales niegan haber recibido propuesta alguna por parte del Gabinete y contestan que si el Ejecutivo quiere sacar adelante tal o cual medida, empiece por comunicarles primero qué es lo que pretende hacer porque desconocen sus intenciones. O sea, que el Gobierno está hablando de cara a la galería económica y solo de cara a ella, sin ánimo de llevar a cabo realización alguna porque este Ejecutivo no se atreve a hacer nada en esta materia sin haber pactado previamente con los sindicatos, por el temor que le domina acerca de una repetición en España de las protestas en Francia contra el contrato de primer empleo.

Así las cosas, lo único que hay en estos momentos en materia de reforma laboral son palabras sin contenido y vanas intenciones por parte de un Gobierno cuya política económica se encuentra paralizada, por mucho que el Ejecutivo intente transmitir la sensación contraria. Pero todo eso no es más que marketing político al que nadie va a prestar atención si no se le dota de contenido real en forma de medidas concretas. Aquí ya no sirve ni la política de marear la perdiz, ni la de creación de falsas expectativas sobre realizaciones que no se van a llevar a cabo porque si no hay reforma laboral, alguien va a pedir explicaciones al respecto que no van a gustar al Ejecutivo.

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