Menú
Emilio J. González

Poco apta para cardiacos

¿Qué les pasa a las Bolsas de todo el mundo que llevan dos semanas en caída libre a pesar de que cada día salen nuevos datos que confirman la recuperación de la economía internacional? El viernes, sin ir más lejos, la OCDE confirmó el final de la crisis económica mundial. Sin embargo, todas las bolsas cerraron en negativo, con caídas que oscilaron entre el 2,01% que perdió el Nikkei japonés y el 3,36% que se dejó el Dax Xetra alemán. El Ibex 35, por su parte, bajó el 2,31% y se situó por debajo de los mínimos alcanzados tras los atentados del 11 de septiembre, lo mismo que la mayor parte de las principales plazas financieras.

La crisis bursátil, por tanto, es incuestionable. Lo sorprendente es que se produzca con una economía en recuperación, cuando el mercado de valores suele adelantar en cinco o seis meses los cambios en la coyuntura económica, y que por tercer año consecutivo la Bolsa pueda terminar el ejercicio en negativo cuando nunca antes en la historia se habían producido más de dos años consecutivos de bajadas. ¿Qué sucede entonces?

Una parte de la respuesta hay que buscarla en Wall Street, la otra en Brasil. En Nueva York continua la crisis de las tecnológicas y las telecomunicaciones, con empresas que un día sí y otro también presentan revisiones a la baja de sus previsiones de beneficio. Pero, más grave aún si cabe, es la crisis de confianza sobre los resultados empresariales que abrió el caso Enron, continuó con Wold Com, Global Crossing y otras muchas quiebras y siguió con los descubrimientos de delitos fiscales en compañías como Tyco International o InCom Systems. Ahora, nadie se fía de los resultados empresariales con lo que no invierten; además, muchas empresas están aprovechando la coyuntura para limpiar de verdad sus balances y, por tanto, sus resultados todavía no recogen la mejora en el crecimiento económico sencillamente porque antes estaban hinchados, con lo cual tampoco entra dinero. Por último, como los precios de las acciones seguían siendo bastante elevados, a pesar de lo que cayeron ya de por sí el estallido de la burbuja de las tecnológicas, ahora se está produciendo esa corrección. No hay que olvidar que, a principios de año, el PER -relación entre la cotización y el beneficio por acción- de la Bolsa de Nueva York era de 33, un PER muy alto que no dejaba márgenes para subidas del Dow Jones y del Nasdaq este año. Todo esto se está corrigiendo mediante desplomes de las cotizaciones y salidas masivas de inversores que se refugian en la renta fija y en el oro. Esas caídas están arrastrando a las Bolsas europeas, incluida la española.

En medio de este clima tan difícil, han venido los problemas de las empresas españolas en Latinoamérica. Primero empezó Argentina, que castigó con dureza a los valores con intereses allí porque sus cuentas se vieron seriamente afectadas. Esos valores -Telefónica, SCH, BBVA, Endesa, Dragados, Aguas de Barcelona, Gas Natural, ...- pesan mucho en la Bolsa española y han arrastrado sus índices a la baja. Sin embargo, hasta mediados de esta semana, todos los valores del Ibex 35 que no estaban relacionados con Argentina, y algunos con intereses allí, estaban registrando ganancias, en algunos casos superiores al 20%, como Gamesa o Ferrovial. Pero cuando parecía que las cosas empezaban a tranquilizarse ha llegado el golpe de Brasil, motivado por los primeros síntomas de extensión de la crisis argentina a la economía carioca pero, sobre todo, porque los mercados están descontando que el populista de izquierdas, Luiz Inacio ‘Lula’ da Silva, puede ganar las elecciones de octubre y eso no les gusta. ¿Consecuencias? Hundimiento del real, del Bovespa –el índice de la Bolsa de Sao Paolo- y de la Bolsa española que empieza a prever que las empresas con intereses allí, prácticamente las mismas que en Argentina- tendrán que volver a sufrir un nuevo castigo en su cuenta de resultados pero mucho mayor porque Brasil aporta a los mismos mucho más que Argentina.

En este contexto, es lógico que la Bolsa no levante cabeza. Los analistas, de hecho, se han olvidado de sus previsiones iniciales de que el Ibex 35 termine el año en el entorno de los 9.500 puntos y ahora los más optimistas dicen que, con suerte, acabará cerca del 9.000. La cuestión es hasta dónde va a llegar la caída. Se habla del soporte de los 7.000 puntos y, si este se rompe, que el Ibex se desplome hasta los 6.500, con valores como Telefónica que podría hundirse hasta los 7 euros, el BBVA que podría caer hasta los 10 euros y el SCH que podría bajar hasta los 7 euros. Este es el panorama actual, que no se despejará, por lo menos, hasta que pasen las elecciones brasileñas. Mientras tanto, puede que nos espere un verano bursátil poco apto para cardiacos.

En Opinión