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Emilio J. González

Que me quede como estoy

Desde las filas socialistas parece que hay demasiado interés por controlar todas las instituciones del Estado y no se muestran favorables a pactar nada de nada. Eso es un error porque una institución como el Banco de España jamás debe estar bajo sospecha.

¿Es Miguel Ángel Fernández Ordóñez –alias Mafo– el mejor candidato posible para suceder a Jaime Caruana como gobernador del Banco de España? El vicepresidente económico del Gobierno, Pedro Solbes, desde luego, lo cree así. Pero, como siempre, todo depende de la óptica que se adopte para contemplar esta situación.

Un cargo tan importante como el de gobernador del Banco de España no cabe duda de que debería ser elegido mediante consenso con el principal partido de la oposición, tal y como reclama el PP. El Banco de España es una de las instituciones más importantes del Estado y de la economía del país y, por tanto, su futuro no debería estar condicionado por cuestiones políticas ni desavenencias entre los principales partidos políticos españoles. Así ha sido en el pasado cuando el Partido Popular, por ejemplo, aceptó la propuesta del Gobierno de Felipe González de que Luis Ángel Rojo fuera el sucesor del polémico Mariano Rubio, condenado por el escándalo Ibercorp, al frente del Banco de España. El PP lo aceptó y cuando llegó al poder en 1996 no presionó a Rojo para que dimitiese a pesar de las desavenencias iniciales entre la máxima autoridad monetaria y el nuevo Gobierno de centro derecha. Cuando llegó el momento del relevo de Rojo, el PP ofreció a los socialistas consensuar el nombramiento de Jaime Caruana y así se hizo. Por tanto, ahora debería mantenerse lo que podría considerarse ya como una sana tradición democrática. Sin embargo, desde las filas del ejecutivo socialista parece que hay demasiado interés por controlar todas las instituciones del Estado y no se muestran favorables a pactar nada de nada. Eso es un error porque una institución como el Banco de España jamás debe estar bajo sospecha.

Por desgracia, el nombre que avala Solbes viene precedido por un marcado carácter de persona politizada. Mafo ha sido secretario de Estado de Hacienda hasta que Solbes decidió nombrarle consejero del Banco de España como paso previo a su designación como gobernador. Sin entrar en la cuestión de si Mafo está o no preparado desde el punto de vista técnico para asumir el cargo, lo cierto es que algunas de sus actuaciones como secretario de Estado de Hacienda, y previamente como presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia y luego como presidente de la Comisión Nacional de la Energía, han venido marcadas por un sesgo en contra del Partido Popular impropio de quien ocupa semejantes cargos en la vida pública española. La Administración no está, ni debe estar, al servicio de los partidos, sino de los ciudadanos. Pero para Mafo, en más de una ocasión, sus puestos han servido sobre todo para tratar de golpear al PP por intereses partidistas. Y si alguien tiene alguna duda al respecto, no hay más que recordar su primera rueda de prensa como secretario de Estado de Hacienda, para presentar los datos de ejecución presupuestaria, en la que anunció que iba a buscar en los cajones y debajo de las alfombras todas las trampas presupuestarias del PP cuando no había ninguna. Este es el Mafo que ahora Solbes quiere colocar al frente del Banco de España.

Lo ideal, en consecuencia, sería que el nombramiento se pactará con el PP y que se buscara a una persona distinta de Mafo, con un perfil más técnico y más independiente. Pero si los socialistas insisten una y otra vez en que el candidato no sea de consenso, quizá habría que empezar a plantearse que Mafo podría ser la menos mala de las soluciones posibles. ¿Por qué razón? Porque la designación anticipada y pública realizada por Solbes es fruto del enfrentamiento entre el vicepresidente económico y el director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, Miguel Sebastián.

Desde la vuelta de los socialistas al poder, Sebastián ha estado obsesionado por controlar directamente, no tanto el ejecutivo sino él personalmente, a los supervisores del sistema financiero español. Así, se salió con la suya, en parte, al conseguir colocar en la vicepresidencia de la CNMV a uno de los hombres de Intermoney –la agencia de valores para la que trabajó Sebastián–, Carlos Arenillas, Las pretensiones iniciales de Sebastián eran que Arenillas fuera, ni más ni menos, que el presidente, pese a que Solbes quería a Manuel Conthe en ese cargo. Sebastián también colocó a David Vegara como secretario de Estado de Economía, de quien depende orgánicamente la supervisión del sistema financiero desde el Ministerio de Economía, así como a Ricardo Lozano al frente de la Dirección General de Seguros, de quien depende la supervisión de esta área. Por tanto, Sebastián ya tiene bajo su control a casi todo el entramado de órganos supervisores del sistema financiero español y solo le falta hacerse con el más importante de todos, el Banco de España, para tener el control total. El propio Sebastián no le hace ascos, ni mucho menos, a la idea de ser él mismo el sucesor de Caruana, lo peor que podría ocurrir si se tiene en cuenta como se ha comportado con el BBVA, del cual fue despedido como director del Servicio de Estudios por el actual presidente de la entidad crediticia, Francisco González. Pero su nombramiento sería tan polémico que Sebastián, por lo visto, prefiere volver a actuar a través de terceros y promover a otra persona para el cargo, con lo que su enfrentamiento con Solbes, recrudecido a partir del escándalo del Fórum Filatélico y Afinsa, continúa y va a más.

En estas circunstancias, y con Zapatero dejando hacer a sus anchas a Sebastián y sin querer pactar la sucesión de Caruana con el PP, casi lo mejor que podría ocurrir es que Mafo fuera el próximo gobernador del Banco de España. Es la menos mala de las soluciones posibles dado el escenario político planteado al respecto por los socialistas. Ya saben: Virgencita, que me quede como estoy.

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