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Emilio J. González

Un alarmismo innecesario

Al Banco de España se le considera el mejor supervisor del mundo: supo intervenir adecuadamente en Banesto para evitar su quiebra y, a lo largo del tiempo, ha sabido promover fusiones entre cajas de ahorros para salvar a aquellas con dificultades.

Cuando Zapatero y De la Vega no hacen más que insistir, por un lado, en que en España no hay ninguna entidad crediticia con problemas y que nuestro sistema financiero es el más saneado del mundo y, por otro, Solbes está dispuesto a subir el límite del dinero de los ahorradores que el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) cubre en caso de quiebra de algún banco o caja de ahorros, entonces no hay más remedio que preguntarse qué es lo que está pasando. E incluso si, al final, toda la preocupación de los ciudadanos acerca de las entidades crediticias y el dinero que tienen depositado en ellas no es más que una psicosis que el propio Ejecutivo está contribuyendo a alimentar con su política de declaraciones contradictorias y fuera de lugar.

Hasta ahora, nadie en España había hablado de subir las garantías del FGD (actualmente en un máximo de 20.000 euros, límite que no se revisa desde el 2000) hasta que recientemente Irlanda anunció que garantizaría el 100% de las cantidades depositadas y otros países de la Unión Europea dijeron que iban a incrementar los límites de cobertura. El Gobierno irlandés dijo lo que dijo por la simple y sencilla razón de que allí no había garantía alguna en caso de quiebra y han pasado de la nada al todo. Aquí, sin embargo, esa garantía existe desde la creación del FGD en la década de los 80. Por tanto, si el Ejecutivo es consecuente con sus mensajes de calma y solidez del sistema financiero, no debería haber dicho nada al respecto. Sin embargo, como Zapatero y los suyos pretenden ser los más populares y demostrar que están haciendo algo para resolver la crisis, enseguida abrieron el melón de un debate que, hoy por hoy, no parece muy necesario en nuestro país si nuestro sistema financiero es el más sólido del mundo. Al abrir ese melón, lo único que han conseguido es alimentar la sensación de preocupación entre los ciudadanos acerca del futuro de su dinero.

Pero es que, además, la gente no es tonta ni se cree a pies juntillas lo que dice un Gobierno como el actual, carente de toda credibilidad en lo que a la gestión de la economía se refiere. A los mensajes de euforia acerca del sistema financiero, los ciudadanos contraponen sus experiencias cuando los bancos y cajas les niegan créditos o cuando escuchan que tal o cual caja de su provincia o localidad tiene muchos problemas de fallidos con créditos a promotores, o cuando oyen que fulanito o menganito tiene muchas dificultades para seguir afrontando la letra del piso. Por no hablar ya de los inmigrantes que se han ido al paro que, directamente, están entregando las llaves de las casas adquiridas con créditos hipotecarios. Y es que, por mucho que digan Zapatero y De la Vega, aquí hay entidades con problemas, algunos de ellos muy serios. No es el caso del Santander, que va como un tiro y entra en todas las quinielas para adquirir todo o parte de cualquier banco europeo o estadounidense que se vea en dificultades. Tampoco es el del BBVA, que también tiene unos fundamentos bastante sólidos. Pero más allá de nuestros dos gigantes, los problemas existen, en especial en algunas cajas de ahorros entrampadas en políticas crediticias disparatadas, fruto muchas veces de la dependencia política de dichas entidades. Así es que las cosas no son como se dice desde Moncloa y los ciudadanos lo saben.

Además, como todo el mundo aprende de la experiencia, los españoles ya saben que cuando Zapatero dice que las cosas van bien hay que agarrarse los machos porque es justo lo contrario. Son las consecuencias de negar por activa y por pasiva la realidad de la crisis y, por tanto, de no actuar para combatirla. Ahora vuelve a suceder lo mismo con la insistencia presuntuosa y fanfarrona de Zapatero acerca de la salud del sistema financiero. Una salud que, dadas las circunstancias, es bastante buena, lo cual no quita para que no haya entidades con problemas serios. Pero conviene recordar que el propio sistema español sabe cómo actuar en esos casos. Por algo al Banco de España se le considera el mejor supervisor del mundo: supo intervenir adecuadamente en Banesto para evitar su quiebra y, a lo largo del tiempo, ha sabido promover fusiones entre cajas de ahorros para salvar a aquellas con dificultades. Es el resultado de la experiencia adquirida al tener que manejar la crisis del sistema bancario que se vivió en España a finales de los 70 y principios de los 80, que fue muy grave. Sin embargo, desde el Gobierno nadie se encarga de recordarlo ni de enviar mensajes de tranquilidad en el sentido de que el sistema sabe cómo lidiar con las circunstancias adversas actuales. Esa es la línea en la que hay que insistir, en lugar de mandar tanto mensaje contradictorio y no siempre cierto y de hablar de aumentar los límites de las garantías del FGD. Todo ello sólo se contribuye a poner nerviosos a unos ahorradores que ya saben de sobra que cuando el Gobierno dice que algo está bien hay que empezar a tentarse la ropa.

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