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Emilio J. González

Un buen IPC

Cuando a principios de 2001 la inflación se disparó a cotas superiores al 4%, nadie pensaba que pudiera terminar el año por debajo del 3,5%. Para sorpresa de muchos, el ejercicio pasado concluyó con un aumento del IPC del 2,7%. Sin duda se trata de una buena noticia porque las presiones inflacionistas están remitiendo y con fuerza.

Este resultado ha sido posible gracias a la caída de los precios del petróleo como consecuencia de la fuerte desaceleración económica internacional, al propio frenazo que ha pegado el crecimiento del PIB en todo el mundo y al buen comportamiento de los bienes industriales no energéticos. De esta forma, la evolución de los precios de consumo se queda en un buen punto de partida para que en 2002 puedan situarse por debajo del objetivo del 2% fijado por el Banco Central Europeo para el conjunto de la zona del euro. Al menos, esta posibilidad es teórica y, si se cumple, supondrá un alivio para los presupuestos que tendrán difícil mantenerse equilibrados, porque el Ministerio de Trabajo no tendría que abonar una nueva paga extra a los pensionistas por la desviación del IPC.

Ahora bien, esto es una previsión sobre el papel, y el papel todo lo aguanta. Y eso conviene tenerlo presente porque hay dos elementos que podrían dar al traste con este escenario, que es el que ha previsto el Gobierno para este año. El primer factor es el redondeo al alza de los precios como consecuencia del cambio de la peseta al euro. La Comisión Europea ya ha lanzado una advertencia en este sentido a nuestro país, puesto que es uno de los pocos de los Doce donde están subiendo los precios por este motivo. De hecho, el propio Ministerio de Economía estima que el impacto será de cuatro décimas. Veremos a ver si no es mayor, sobre todo a causa del ejemplo tan negativo que han dado las administraciones públicas al subir drásticamente los precios del transporte público aprovechando el redondeo, en contra de las recomendaciones realizadas por Economía.

El segundo elemento es la inflación subyacente, esto es, la que excluye los alimentos no elaborados y los productos energéticos. Y es que este índice subió hasta el 3,8%, lo que indica que en la economía española persisten problemas estructurales que impulsan los precios al alza a pesar de la fuerte desaceleración del crecimiento económico. Esos problemas no se han corregido y podrían provocar un repunte inflacionista si el Gobierno no se anda con cuidado.

De todas formas, en materia de precios se puede contemplar el año que acaba de empezar con cierto optimismo. El nivel de partida de la inflación es bueno para lograr que se sitúe por debajo del 2% y, además, cuenta a su favor con la moderación salarial pactada por sindicatos y empresarios. Esperemos que el cambio al euro y los problemas de fondo de la economía española no impidan que las cosas vuelvan a la normalidad.


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