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Emilio J. González

Un presupuesto electoralista

Zapatero va a condenar a las regiones más pobres en detrimento de sus intereses electorales

De sobra es sabido que los Presupuestos Generales del Estado son la expresión contable de las prioridades políticas del Ejecutivo. ¿Qué nos dice, en este sentido, el proyecto que el Gobierno va a remitir a las Cortes para su discusión y tramitación? Básicamente, que Zapatero lo está sacrificando todo, incluso el futuro inmediato de la economía, con tal de ganar las elecciones y poder seguir en el poder tras los comicios.

En estos momentos de grandes incertidumbres en la economía internacional, como consecuencia de la crisis crediticia, la política económica debe transmitir confianza a los mercados financieros. En caso contrario, éstos penalizan a los países en forma de subidas de los tipos de interés. Para hacer frente al difícil panorama que se vive en el contexto mundial, el único instrumento que el Gobierno tiene en estos momentos a su disposición es el presupuesto y lo que exigen las circunstancias es una política fiscal ortodoxa que transmita tranquilidad, credibilidad y confianza mientras contribuye al sostenimiento del crecimiento económico y la creación de empleo. Pero el Ejecutivo va a hacer justo lo contrario.

Con el fin de ganar popularidad entre los votantes, Zapatero se ha embarcado en una política de gasto social de marcado carácter populista cuyo único fin es tratar de allegar simpatías y votos a los socialistas. De esta forma, Zapatero va a dilapidar el superávit presupuestario en unos momentos en los que tenía que ser utilizado para mantener la confianza en la economía. Aún más grave es el contenido de la política de gasto público en su conjunto. Éste crecerá el 6,7 por ciento el año próximo cuando la economía está presentando signos claros de fuerte desaceleración, lo que supone que estamos ante un presupuesto expansivo que va a generar inflación y, con la coyuntura que se avecina, déficit público y, por tanto, subida de los tipos de interés en España. Lo que habría que haber hecho, dadas las circunstancias, es proceder a una nueva rebaja de impuestos, con carácter inmediato, que sirviera para sostener el crecimiento y el empleo y, a través de una mayor actividad económica, el equilibrio de las cuentas públicas. Pero Zapatero ha optado por la política de titulares de prensa mediante anuncios de más gasto público que van a dejar al presupuesto hecho unos zorros. La economía, muy probablemente, va a pagar las consecuencias a partir del mismísimo año próximo.

Zapatero, además, está pensando que, en caso de obtener la victoria en las urnas, ésta no va a ser por mayoría absoluta sino que va a necesitar apoyos parlamentarios para gobernar. De ahí las ingentes concesiones a Cataluña en términos de inversión pública estatal, que ya tienen su réplica en Andalucía y continuará con todas aquellas comunidades autónomas que hayan incluido en la reforma de sus estatutos cláusulas relacionadas con este asunto. Obviamente, esto ha provocado las protestas de regiones como Madrid o Extremadura por lo que supone de agravio comparativo y de ruptura, en el segundo caso, del principio de solidaridad interterritorial. Zapatero, de esta forma, va a condenar a las regiones más pobres en detrimento de sus intereses electorales.

Este es el presupuesto que se nos viene encima: un proyecto de marcado carácter electoralista que sacrifica los intereses y las necesidades del país por los más particulares de un Zapatero muy tocado políticamente.

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