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Emilio J. González

Un respiro para la banca norteamericana

El crédito de 30.000 millones de dólares concedido por el FMI a Brasil ha sido una alegría para muchos. Para los inversores, porque despeja muchas incertidumbres, algo que ha permitido al Ibex 35 a ganar el 5% en la sesión del miércoles. Para los propios brasileños, porque los problemas de falta de liquidez para financiar su deuda externa, que vence en 2003, se han aliviado considerablemente y, sobre todo, para los bancos americanos, los principales acreedores de Brasil.

El préstamo del FMI, su propia cuantía y la rapidez con la que se ha concedido, ha supuesto un enorme respiro para la banca norteamericana, bastante maltrecha tras la recesión económica y tras las pérdidas cosechadas tanto en la crisis bursátil como en los fracasos empresariales de la Nueva Economía y de las compañías que se han visto implicadas en los escándalos contables. Las entidades crediticias estaban muy ‘tocadas’ por todo ello; si ahora fallaba también Brasil, el golpe sería muy duro, tanto por el impacto directo en sus cuentas y en su rating como por el que vendría derivado de la crisis económica en que podría caer Brasil, con consecuencias bastante negativas para el resto del Cono Sur.

Los bancos estadounidenses, por tanto, han conseguido un respiro que, por otra parte, le sentará muy bien a la economía norteamericana. De entrada, la banca está ‘tirando’ al alza de Wall Street cuando, precisamente, la recuperación de la bolsa es una condición necesaria para que se consolide y fortalezca la reactivación económica. Pero, sobre todo, el préstamo del fondo reduce drásticamente el posible riesgo de insolvencia de Brasil, con lo que los bancos no tendrán que realizar provisiones por este motivo y podrán destinar ese dinero a la financiación de las empresas estadounidenses y aliviar las actuales restricciones crediticias en EEUU, ahora que es tan necesario hacerlo para avanzar en la recuperación económica.

Ante este panorama, cabe preguntarse si el cambio de actitud de la Administración Bush hacia las ayudas del FMI, cuando antes renegaba de ellas, viene motivado por el interés de salvar a Brasil o si, por el contrario, obedece a que no quiere correr el riesgo de que el caso brasileño termine por cercenar o limitar la recuperación norteamericana. Sólo Bush y su equipo tienen la respuesta, y en ella parece que se han olvidado rápidamente de todas las consideraciones que hacían antes acerca del riesgo moral. ¿Hay que pensar que no cuenta, al menos en una visión cortoplacista, cuando lo que está en juego son las inversiones y el bienestar norteamericanos...?

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